viernes, 3 de octubre de 2014

NO LO LLAMES ACCIDENTE DE TRÁFICO; LLÁMALO SINIESTRO VIAL

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Las asociaciones que capitalizan el dolor de los familiares que han perdido un miembro en un accidente de tráfico hace años que vienen reclamando de las diferentes Administraciones la aportación de elementos de trabajo que le permitan aclarar las razones del accidente y el seguimiento a quien lo provocó, que casi siempre se va de rositas ante la pasividad de una Administración de Justicia, que siguen calificándolos, amordazados como están por las leyes en vigor, la mayoría de éstos como simples faltas de tráfico. Por eso entendemos su impaciencia y el ímprobo trabajo que realizan en favor de unos textos que criminalicen con más rigor la actitud de los conductores frente a su coche. Ahora, entre ellas y ellos y expertos en criminología vial se está extendiendo una campaña que creemos pronto pasará a ser de todos, porque se trata precisamente de eso, de que entre todos pongamos freno a tanta sangría humana. Se la conoce con el lema de “No lo llames accidente de tráfico, llámalo siniestro vial”. Es algo que las víctimas vienen pidiendo desde hace años; entre otras razones, porque sus seres queridos, en infinidad de casos concretos y con documentación que lo confirman, no se quedaron en el asfalto por un accidente fortuito. La mayoría lo fueron por culpa de algo o alguien que actuó de forma criminal. Es el caso, por ejemplo, del que consume alcohol o drogas y luego, siendo consciente de que su estado no es el mejor para conducir, arranca el coche y se echa a la carretera con todas las consecuencias. Por el momento, siempre que sea detectado antes de causar un accidente de consecuencias imprevisibles, se le restan puntos del permiso de conducir y se le impone una sanción económica.

¿Cuándo se dará el paso definitivo que sencillamente no permita a los usuarios de vehículos de cualquier tipo, el consumo de cualquier droga, legal o ilegal? ¿Para cuándo un valiente al frente de la Dirección General que proponga esta medida y unos políticos capaces de apoyarla? Y es que, si debemos creernos la estadística y ésta confirma que más del sesenta por ciento de los fallecidos en accidentes de tráfico, como decíamos la semana pasada, lo han sido porque otro conductor, bebido y drogado, se empotró contra él, ¿debemos seguir mareando la perdiz o determinar que hasta aquí hemos llegado? Como dato esclarecedor, no seríamos los primeros países del mundo en tomar una decisión tan drástica, y por otra parte, cuando se es consciente de que el número de fallecidos por accidentes de tráfico podía reducirse en más del mil personas al año, la justificación es por sí misma más que suficiente.


Las medidas adoptadas por el nuevo equipo que gestiona la Dirección General de Tráfico comenzaron con fuerza sus tareas y transmitió casi inmediatamente esperanza a los que vienen reclamando que a los accidentes de tráfico y sus consecuencias se las conozcan por su nombre y no con calificativos o definiciones eufemísticas que no sirven de nada. Por eso insisten en que no debemos llamarlo accidente de tráfico sin más y sí siniestro vial, porque entienden, y en su práctica totalidad responden a situaciones que pudieron evitarse, que se trata de un mal uso del vehículo o de un conductor que ha perdido sus habilidades técnicas frente al volante luego de ingerir alcohol o drogas. Visto así, con el dramatismo que nos puede relatar el accidente la madre, o el padre, o el hermano de cualquiera de las víctimas, que por miles y miles llenan los cementerios, nosotros también nos hemos convencido de que a las cosas se les deben llamar por su nombre. Por lo tanto, a partir de ahora, cuando de valorar un accidente se trate, optaremos por calificarlo de siniestro vial.