Cuando
un amigo se va, como reza la canción de Alberto Cortez, algo se
muere en el alma. Y esta es la sensación más compartida por cómo
están discurriendo las cosas en Cataluña. Mientras en esas hermosas
tierras se observa todo lo español, incluidas las personas, con odio
y un menosprecio que raya el vómito, en el resto, entre nosotros, la
indiferencia parece presidir el instante, cuando no la
despreocupación y la desgana. Quizá porque desde siempre ha sido
así, porque desde siempre se nos ha observado desde Cataluña como
gente menor a la que con solo darle pan era suficiente para
explotarlo sin misericordia. Por eso, y porque nadie como los
andaluces estamos autorizados a denunciar lo que para muchos ha
supuesto un calvario desarrollar sus sueños y su futuro,
queremos dejar claro que la independencia que exigen debería
plantearse como un asunto de Estado y no solo porque en principio lo
sea, sino porque cuando de romper una nación se trata deben ser
todos sus habitantes los que decidan por absoluta mayoría. Y como no
ha sido así, como la convocatoria de una consulta popular ha sido
una patraña, como un asunto de tanta trascendencia no ha contado con
el apoyo de nadie, rechazarlo es lo menos que se nos ocurre.
No
obstante, porque podemos estar preocupados y al mismo tiempo prestos
a lo que la mayoría decida, trabajar en favor de un entendimiento
entre las partes y un posterior consenso sería lo deseable y seguro
que lo mejor para todos, incluidos los que han votado a favor de la
independencia. Entre otras necesidades básicas y urgentes, es
fundamental que se le explique a la ciudadanía, a toda, aunque
especialmente a los catalanes, lo que ocurrirá el día después,
cuando por fin hayan conseguido su ansiada independencia. Si de
verdad son tan peseteros como se dice, si son tan tacaños como nos
cuentan las viejas crónicas castellanas, que sean economistas y no
políticos interesados los que les informen de las consecuencias que
se derivarán de la nueva situación desde la que tendrán que tomar
sus decisiones, pagar las pensiones de los jubilados, los sueldos de
los funcionarios, la parte de la deuda que le corresponde, los gastos
del día a día y lo más importante: ¿qué ocurrirá con sus
productos en el resto de España? Actualmente, de acuerdo con los
porcentajes que manejan los propios empresarios catalanes, las ventas
han descendido lo suficiente como para que estén preocupados. Y de
camino vienen fechas en las que el ciudadano del resto del país
tiene una oportunidad única de demostrar su rechazo, ya que el cava,
por ejemplo, hoy día forma parte casi de nuestra dieta, pero como
existen más marcas en el mercado de calidad parecida, si no
superior, y precios ajustados, y encima, en nuestro caso, procedentes
del mercado andaluz, estamos perdiendo el tiempo en dudar la
elección.
Lo
que nos llega de Cataluña está siendo observado con meticulosidad
por quien acude al comercio en busca de alimentos o de complementos
para el hogar. Si ponemos un poco de atención veremos que no son
pocas las personas que buscan la procedencia del producto y rechazan
el “made in Cataluña” sin saber bien por qué, pero que se ha
convertido en una costumbre que está dañando enormemente la
economía catalana, y si tenemos en cuenta que este guirigay acaba de
empezar, deducir que no será fácil reconducirlo tampoco debía
extrañarnos. Y de lo del fútbol, una vez que el F. C. Barcelona,
como máximo representante del fútbol catalán, apoya públicamente
la independencia, mucho nos tememos que su futuro como equipo de
bandera, en relación con España, esté en la cuerda floja. En
definitiva, que son infinidad de coordenadas de referencia las que
debían haberse puesto al servicio de este asunto y que, como vemos,
el empecinamiento de las partes parece no tener salida fácil.
El
último aviso ha sido de una multinacional de las finanzas que ha
advertido que se llevará los fondos de inversión que tiene en
Cataluña, y parece que son muchos. Ya veremos en qué acaba esta
desagradable historia. Sea como sea, por favor que no vejen ni
menosprecien al resto de los españoles. Además de ser una actitud
de muy mal gusto, confirmaría opiniones que hace años que llevamos
reservándonos.