jueves, 13 de noviembre de 2014

MÁS SOBRE LA CORRUPCIÓN

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La corrupción en España ha pasado de ser una excepción a norma compartida que se ha integrado entre nosotros como comida de mediodía. Es tal el aluvión de corruptos cazados con las manos en la masa que lo del martes, la operación Enredadera, que deja al descubierto una trama que obtenía dinero ilícito del Ayuntamiento y la Diputación de Sevilla, y de otras provincias, incluida la de Jaén, en la que se ha efectuado un registro, y en la que parece están representados fundamentalmente funcionarios y con treinta detenidos en una primera redada, casi está pasando desapercibida. Sin embargo, en nuestra tierra, en Andalucía, una encuesta realizada a lo largo del mes de septiembre confirma que por encima del paro, que ya es decir, la preocupación más generalizada, al menos entre los encuestados, es la corrupción. Y cuando les preguntan sobre los políticos en general, éstos caen por los suelos y son considerados como burdos ladrones. Evidentemente, se equivocan, pero esa es su opinión. Y decimos que se exceden cuando los meten a todos en el mismo saco, porque además de peligrosa también es una opinión demagógica que no se ajusta a la verdad. Lo que nos debe interesar es que la Justicia y quienes ejecutan sus mandatos, que son los Cuerpos de Seguridad del Estado, mantengan el actual nivel en el que se desenvuelven y pongan a disposición de los tribunales a estos desalmados sin escrúpulos que tanto daño han hecho al resto de la ciudadanía.

Es la única enseñanza que podemos extraer de la corrupción generalizada en la que nos hemos habituado a vivir, pero como es posible encontrar algo positivo de tanto abuso, quizá deberíamos quedarnos con el hecho de que para estos canallas ha comenzado la cuenta atrás de un proceso que les llevará a la cárcel sin remisión. A falta de que se conozca el sumario de la trama Gürtel, que está al caer y que supondrá la aparición de cientos de nuevos imputados, observar la evolución de las diferentes causas abiertas en los juzgados no solo debemos entenderlo como un espectáculo, sino como el final de los abusos y robos que han venido realizando sistemáticamente los encausados. Podrán insistir en su inocencia, en que han sido decisiones que tomaron por amor, que todo ha sido una trama urdida por sus contrincantes políticos o que se trata de una venganza personal, pero su fin será la prisión.

Lo que nos queda por conseguir, que calmaría los ánimos de quienes observan atónitos la evolución de los casos conocidos, es que se adopten las medidas legales que no permitan que los corruptos, una vez fuera de prisión, puedan disfrutar del dinero conseguido sin más limitación que la de controlar sus excesos cara al público. Y es que estos sinvergüenzas conocen a la perfección el Código Penal y sus entresijos, y la totalidad de sus abusos son controlados con el objetivo de que, cuando sean descubiertos, sus estancias en prisión sean mínimas. Y es que si muestran buena conducta, echan una mano en las tareas propias de las cárceles, si no alteran el orden, en cuanto cumplan la mitad de sus condenas duermen en casa mucho antes de lo previsto. A partir de ese momento, echar mano del dinero que tendrán bien guardado y disfrutarlo es todo uno. Queda claro, una vez más, que apoderarse de lo ajeno en nuestro país sale muy barato, si no regalado.


Por el momento, la paciencia es la que impone sus condiciones y éstas pasan inevitablemente por la retirada de la calle de los corruptos. La Justicia es desesperadamente lenta, es cierto, pero viene a ser como una apisonadora de grandes proporciones que acaba con todo lo que se encuentra al paso. Y ahí están, en primera línea, los corruptos.