viernes, 14 de noviembre de 2014

EL PELIGRO ACECHA EN CUALQUIER PUNTO DE LA CARRETERA

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El accidente del autobús acaecido en tierras murcianas demanda de todos nosotros comprensión, dolor y atención. Y es que los accidentes de tráfico forman parte desgraciadamente de todos los que circulan por las carreteras, sean autovías, autopistas, vías secundarias o caminos forestales. Y lo mismo ocurrió con el accidente mortal registrado en el término municipal de Torredelcampo esta misma semana, en el que dos jóvenes perdieron la vida y tres están hospitalizados con heridas de distinta consideración. Todos los accidentes se parecen y todos también, en un noventa y nueve por ciento, pudieron evitarse. Con solo echar una ojeada a las estadísticas y su análisis comprobaremos que la velocidad como primera causa, seguida de los despistes, del uso del móvil o los GPS, vehículos en mal estado, etc., conforman la lista negra de los accidentes que se controlan por parte de Tráfico y que tanto dolor proporciona a una sociedad que sigue convencida de que los accidentes son cosa de otros, que a ellos no les pasará nada o simplemente que no están capacitados para conducir un vehículo. Y no crean que se trata de una opinión aislada; al contrario, es la más extendida y la que, como podemos ver, más fallecimientos causa al cabo del año. Cuando echamos mano del volante de nuestro coche, el menosprecio a la vida parece que se adueña de nuestro espíritu y pasamos de ser personas educadas, ordenadas, respetuosas y capacitadas para desarrollar cualquier cometido, a pilotos de carreras en la ciudad y en la carretera, sin más limitación que la de nuestro vehículo y, si acaso, el temor a ser denunciados, porque de otra forma no habría control que nos detuviera.

Pues bien, cualquiera que se vea reflejado en esta introducción, aunque no lo quiera reconocer, forma parte del pelotón de carne fresca que cada día sale a la carretera en busca de un puesto en la lista de los miles de accidentes que se contabilizan. Si tienen suerte, la cosa no pasará de un gran susto y la pérdida inmediata de las ganas de mantener esa actitud cuando conducen, porque demostrado está que cuando se ha tenido la experiencia, mala donde las haya, de verte involucrado en un accidente, es como si retomáramos el sentido común, como si a partir de ese instante no volvieras a ser el de antes. Es lo único positivo que se puede obtener de un accidente de tráfico: que no serás nunca más el que eras. Y no crean, porque tal y como están las cosas de la carretera, que de vez en cuando uno de nosotros vuelva al redil no es ninguna tontería.


El hecho de que hayamos aprendido a conducir a la ligera, sin más preparación que las ganas que teníamos de echar mano a un volante y pisar el acelerador, es evidente que no ha sido la mejor opción. Y a los hechos nos remitimos. Acelerar y frenar es lo nuestro, sin saber muy bien por qué ni cuándo, lo que facilita claramente la aparición de derrapes, deslizamientos o salidas de vía, o sea, accidentes de consecuencias imprevisibles y, en muy alto grado y cantidad, mortales de necesidad. Aunque en la autoescuela se nos plantearon problemas de este tipo, de cómo actuar ante situaciones complicadas, lo nuestro era examinarnos cuanto antes y aprobar, si era posible, a la primera, para no ser la oveja negra del grupo de amigos. A partir de ese instante, con el permiso en la mano y unas ganas locas, incontrolables, de poner en marcha el coche de la familia, o el que nos habían comprado de segunda o tercera mano y echar a correr, todo era uno. Naturalmente, con estos principios tan débiles, se entiende que nos pueda ocurrir cualquier cosa, y el accidente es una de ellas. Tenerlo en cuenta, ser conscientes de nuestras limitaciones y no menos las de nuestro automóvil, naturalmente que acaban por asegurarnos el viaje, o al menos nos ayudará. Buen viaje.