martes, 18 de noviembre de 2014

INFORME DE CÁRITAS ESPAÑOLA

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De acuerdo con las constataciones que podemos ver en el Informe FOESSA de este año, existen tanto elementos para la preocupación, dada la envergadura de los efectos que la crisis tiene en la estructura social del país, como razones para la esperanza, a la luz de las fortalezas que muestran ámbitos como la participación social, la solidaridad, el voluntariado y las redes familiares. Así lo analiza Cáritas Española y así debemos interpretarlo nosotros, especialmente en tiempos en los que las particulares celebraciones familiares que se aproximan demandan mayor entrega de una sociedad que aún no acaba de interpretar la situación como ésta merece. El Informe entra de lleno en el análisis de nuestro modelo de desarrollo social, en el que destacan los altos niveles de desigualdad salarial, la limitada capacidad redistributiva del sistema de impuestos y un sistema de prestaciones sociales reducido, poco protector en el tiempo y que no se adecúa a las necesidades de los hogares en función de sus características. Con ello, si el crecimiento era el buque insignia de ese modelo social antes de la crisis, ahora estamos en un momento en el que son las necesidades de ajuste las que guían las decisiones políticas y las que construyen nuestro imaginario colectivo. De nuevo, se queda fuera del foco la necesaria incidencia sobre los elementos estructurales que están en la base de un modelo a reformar.

Así podemos leer en este informe cómo los efectos de la crisis en la renta en nuestro país son preocupantes, ya que el porcentaje de hogares afectados simultáneamente por problemas de privación material y de pobreza monetaria  ha aumentado casi en la mitad en los últimos años. Además, la crisis no ha afectado a todos por igual, ya que se ha cebado con las rentas más bajas y ha afectado a la convergencia territorial entre comunidades autónomas, que se ha ralentizado. De la envergadura de este deterioro da cuenta el hecho de que el núcleo central de la sociedad española considerado en situación de integración social plena es ya una estricta minoría y en la actualidad representa tan solo un poco más del treinta por ciento mientras que en 2007 superaba el cincuenta. Esto quiere decir que la población excluida en España asciende ya al veinticinco por ciento y afecta a más de 11.746.000 personas. De ellas, cinco millones se encuentran en exclusión severa. Además, hay que tener en cuenta que dos de cada tres personas excluidas ya estaban en esta situación antes de la crisis. La precariedad afecta a ámbitos como la vivienda y la salud.

La crisis ha impuesto también importantes cambios en el modelo de relaciones sociales, que en la actualidad se caracteriza por la dualización y la polarización social. Es decir, que los más vulnerables y más pobres disponen de menos recursos y sufren pérdida de centralidad en las decisiones, mientras los más ricos cuentan con más recursos y más centralidad en las decisiones. De hecho, es posible afirmar que se ha roto el contrato social que era la base de la estructura del bienestar y que la agenda reformista que se viene produciendo desde hace años está transformando, de forma simbólica, nuestro contrato social en un contrato mercantil. En el apartado empleo, el informe señala la existencia de una generación expulsada de trabajadores para los que ha mermado el tipo de puesto que desempeñaban y cuya cualificación es escasamente aplicable en otros sectores. Actualmente, la tasa de trabajadores excluidos se sitúa en el quince por ciento y puede decirse que el trabajo deja de ser un espacio de consolidación de derechos para convertirse en un espacio de vulnerabilidad y de pérdida de capacidad económica, social y personal.

Para los autores del informe, la conclusión es clara y no menos contundente: las reformas en el sistema de bienestar social en España, especialmente las desarrolladas a partir de mayo de 2010, han supuesto una importante regresión en las políticas sociales que se habían mantenido hasta entonces y que permitían un mejor desenvolvimiento de la ciudadanía con respecto a sus necesidades básicas.