viernes, 28 de noviembre de 2014

LA CARRETERA DEL SANTUARIO Y SU TRAZADO

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Desde siempre, la carretera del santuario ha supuesto un peligro para los viandantes y los usuarios de vehículos de cualquier tipo, es decir, camiones, furgonetas, automóviles, motocicletas y bicicletas. Su estrechez y la sinuosidad del trazado que le impone la orografía del terreno marca la diferencia y exige de todos cuidado extremo, prudencia y aceptar las normas de tráfico, especialmente las ligadas al respeto del poco espacio que queda cuando se cruzan dos vehículos y la velocidad, que suelen ser las dos más transgredidas. En el caso del ancho de la calzada, es en las curvas donde más se echa de menos la atención y el respeto del usuario por mantener escrupulosamente la zona que le corresponde, que en general no tiene en cuenta cuando de frente circula otro coche y que no ha sido el primero ni será el último que se ha salido de la vía por evitar embestir o rozar al que se encuentra ocupando la parte de la calzada que no le corresponde. Y no exageramos. De hecho lo podemos observar en todo el recorrido, poniéndose de manifiesto o bien la falta de experiencia de los conductores o no menos el peligroso egoísmo con el que suelen conducir algunos.

Si sabemos que esta carretera es transitada por cientos de vehículos todos los días del año y muy especialmente los fines de semana, incorporarse a ella sabiendo a lo que nos enfrentamos es el primer paso que daremos hacia la seguridad y el respeto a los demás, a los que, como pediremos para nosotros, debemos esta actitud. El propio trazado, además del estado de la calzada, no invita precisamente a las florituras, aunque aceptamos que no faltan quienes la usan para, dicen, presumir de sus habilidades automovilísticas y marcar diferencias. Son estos mismos los que, una vez situados detrás de los vehículos que le preceden, mantienen una actitud de agresividad mal disimulada porque no pueden adelantar y seguir con sus excesos. Si a este tipo de usuario, que no son pocos, le unimos el peligro que representa por sí mismo la bicicleta, ya tenemos el circo montado. Estos deportistas de las dos ruedas, por si acaso a alguien se le ha olvidado, tienen el mismo derecho que cualquier otro a circular; solo se les puede exigir que circulen como exigen las Normas de Tráfico. De si estorban porque circulan despacio cuando ascienden, de si se forman caravanas de vehículos a sus espaldas y que casi en la totalidad del recorrido no permiten ser rebasados por la estrechez de la vía, esto también forma parte de la visita que ansiamos hacer a la basílica-santuario de la patrona. Por lo tanto, nada de rasgarse las vestiduras. La paciencia y la prudencia son en estos casos cuando más falta nos hacen y cuando mejores resultados nos van a proporcionar.

Y luego están los de las motos, aunque no todos, que circulan como si estuvieran en un circuito cerrado en donde poder mostrar sus habilidades, especialmente en las curvas cuando ascienden, en donde tienen por costumbre usar buena parte del carril contrario y, consecuentemente, generar un peligro absurdo del que alguno que otro ha salido malparado. Por el momento se han ganado, y justificadamente, el rechazo de buena parte de los habituales en esta carretera, que ni entienden ni aceptan su actitud prepotente ni desde luego comparten las florituras de las que se suelen acompañar, sobre todo los adelantamientos “in extremis” que protagonizan, generando instantes de mucho peligro que se evitarían si mostraran algo de paciencia. Si no recordamos mal, acudimos todos al mismo sitio y con las mismas intenciones, y de ninguna de las maneras se entiende que sea necesario menospreciar al resto de usuarios.