martes, 23 de diciembre de 2014

DESPUÉS DEL SORTEO DE NAVIDAD, AÚN QUEDA FIESTA

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Para millones de ciudadanos como nosotros, llegan de verdad los días más complicados del año. Así, mientras unos dudan qué regalo elegir o qué alimentos llevar a la mesa de la cena familiar, otros, millones, ni siquiera les pasan por la cabeza estas necesidades ligadas directamente con el estado de bienestar del que afortunadamente disfrutan sus vecinos. Para ellas y ellos, su máximo deseo es conseguir los alimentos más elementales para llevarlos a la mesa y que los suyos, que andan justitos y que comen con muchas dificultades, puedan disfrutar de algún extra que compartir y que se note que para algo se celebra la Nochebuena. Y en semejante estado de desgracia seguimos, como si no hubieran pasado los años y la cosa del hambre selectiva hubiera comenzado ayer. Sin embargo, después de un período de tiempo que comenzó a ser insoportable desde el primer día en el que nos faltó el trabajo y se acabaron las ayudas sociales, todo sigue igual, si no peor. Es verdad que las declaraciones de la clase política, especialmente la que carga con el peso del Estado, se afanan en desmentir incluso a sí mismos cuando por un lado admiten que en estos momentos pasan de cuatro millones los desempleados que controla, e inmediatamente después afirman sin ruborizarse que la crisis ya ha pasado, que estas Navidades son las mejores de la crisis vivida hasta ahora y que a partir de ya todas serán buenas noticias, especialmente para los que hasta el momento han sido desfavorecidos, que es lo mismo que decir que los que han soportado todo el peso de la crisis.

De hecho, si nos creemos sus discursos, a partir de los primeros días del año percibiremos la mejora en todos los órdenes, lo que quiere decir que no tardaremos  en encontrar trabajo o en que nos mejore la vida, que buena falta nos hace. Claro que, ya puestos, cuanto antes aceptemos que las palabras se les suele llevar el viento con una facilidad asombrosa, y no digamos nada de las promesas electorales escritas, participamos de la idea mayoritaria que nos avisa de que aún queda crisis para rato, que una cosa son los grandes números, lo que se conoce como macroeconomía, y otra bien diferente es si no lo notaremos en el bolsillo, que parece que va para más largo. El hecho de que, por ser año electoral, con todas las convocatorias de elecciones casi ya con fecha de celebración, y que este detalle, por tratarse en un cien por cien de política activa y muy interesada por quienes la patrocinan, vendrá a ser como un maná económico del que es muy probable que nos beneficiemos en todo el país, pues oiga, habrá que tener un poco de paciencia y no menos de esperanza a ver si nos cae un empleo y conseguir mejorar nuestra pésima situación. Desde luego, si no es ahora, cuando se abren las arcas de dinero público para que llueva sobre nosotros en forma de inversiones públicas y de realizaciones inacabadas, difícil será conseguirlo más adelante, que es cuando volverán los tiempos difíciles, casi con toda seguridad mucho peor que los actuales.


Pero no nos queda otra. Ni siquiera depositando el voto en quienes vienen anunciando desde lejos la buena nueva de que solo ellos pueden arreglar el desaguisado en el que nos han metido. Hace falta algo más que buenas palabras, anuncios de que todo cambiará a partir de las votaciones y políticas renovadoras de aplicación inmediata. Entre otras cosas porque es imposible. El tiempo es el que es y, lo quieran o no, deben consumirse los plazos que las leyes en vigor han previsto para todo lo que conlleva un cambio de gobierno, que no es algo tan sencillo como nos quieren hacer creer. Y luego, mucho tiempo después, actuar. A partir de entonces veremos. Lo evidente es que fácil no lo tienen. Diríamos más: difícil, muy difícil.