lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS JUEGOS DE AZAR SON MUCHO MÁS DE LO QUE PARECEN

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Para cuando ustedes escuchen el comentario de hoy, los afortunados poseedores de los números premiados en el sorteo de Navidad de esta mañana están aún concienciándose de haber sido los agraciados con los miles de euros que les habrán correspondido. Nosotros, como todos los años, como todos los sorteos a los acudimos a lo largo del año y propuestos por los habituales convocantes, desde la ONCE a la quiniela, pasando por la bonoloto y la primitiva, nos volverá a dar igual y volveremos a caer en la tentación de comprar otros números o rellenar nuevas propuestas con el único objetivo de mantener la ilusión, de que mientras llega el día del sorteo y hasta que comprobamos los números o la combinación que hayamos elegido, huyamos de la realidad que nos agobia y nos daña exageradamente. Por el momento, sin más, es parte de nuestro destino. Se entiende ahora más que nunca el aumento desproporcionado de las y los ludópatas, que por lo que nos cuentan han alcanzado cifras desorbitantes, sea preocupante para quienes se dedican al control de personas que son capaces de arruinarse y arruinar a sus familias con tal de seguir buscando no saben bien qué, pero que lo de jugar les trastorna, les envilece y les parte en dos su proyecto de vida.

A todo esto, desde el Estado, hipócrita por demás, por un lado invierte en la recuperación de estos enfermos, porque recordemos que pasan directamente a denominarse así porque ni ellos ni quienes les rodean han sido capaces de devolverlos a la realidad, y por otro invierte más aún en crear nuevas fórmulas de juego, nuevos motivos con los que seguir embaucando a personas fáciles de convencer, y más cuando la situación de crisis se ha llevado, y se lleva, por delante a miles y miles de paisanos por el mero hecho de formar parte del censo general de españoles que se han quedado sin trabajo y que, solo gracias a estas pócimas extrañas que le hacen creer que es pobre hoy y que será rico mañana, invierten lo poco que tienen en mantener el sueño el tiempo que sea necesario. Y cuando se queda sin dinero para invertir surge la posibilidad de conseguirlo a través de fórmulas tan variadas como penosas: pedir a los amigos, a la familia, al jefe un adelanto de la nómina si  es que disfruta de un empleo; al prestamista que le amargará la vida hasta que le devuelva multiplicado por mil el dinero entregado… Y cuando se le ha cerrado el círculo, cuando ya no le es posible obtenerlo, lo roba, y le dará igual cómo, dónde y a quién sea. Es tal el daño que la ludopatía hace sobre ellos, tal su magnitud, que, una vez enredados en su tela de araña, solo las terapias protagonizadas por los propios enfermos rehabilitados son capaces de devolverlos al mundo real y convencerlos de que han estado haciéndose y haciendo daño a las gentes de alrededor. Y, cuando poco a poco va conociendo el resultado de su periplo por el peligroso laberinto del juego, sea cual sea, es cuando muchos de ellos, avergonzados y humillados por una sociedad deshumanizada y cruel, deciden el camino fácil y se dejan la vida aún jóvenes.


Y lo que les contamos también forma parte del juego, es decir, que no se trata de una reflexión ligada al sorteo de hoy y sí de un problema que, como les hemos dicho, parece que aumenta preocupantemente y que, sin prisa pero sin pausa, va echando a la cuneta de la carretera de la vida a más personas de las que serían aceptables. Sin ir más lejos, sepan que del total de los desahucios que se han controlado en España en los últimos cinco años, un quince por ciento ha tenido su origen en el juego. Se gasta lo que no se tiene, se pide lo que no se va a devolver y todo lo que nos ocurra a partir de esos primeros momentos, además de tenerlo merecido, acabará no solo con nuestros sueños; también con los de la familia.