Para
cuando ustedes escuchen el comentario de hoy, los afortunados
poseedores de los números premiados en el sorteo de Navidad de esta
mañana están aún concienciándose de haber sido los agraciados con
los miles de euros que les habrán correspondido. Nosotros, como
todos los años, como todos los sorteos a los acudimos a lo largo del
año y propuestos por los habituales convocantes, desde la ONCE a la
quiniela, pasando por la bonoloto y la primitiva, nos volverá a dar
igual y volveremos a caer en la tentación de comprar otros números
o rellenar nuevas propuestas con el único objetivo de mantener la
ilusión, de que mientras llega el día del sorteo y hasta que
comprobamos los números o la combinación que hayamos elegido,
huyamos de la realidad que nos agobia y nos daña exageradamente. Por
el momento, sin más, es parte de nuestro destino. Se entiende ahora
más que nunca el aumento desproporcionado de las y los ludópatas,
que por lo que nos cuentan han alcanzado cifras desorbitantes, sea
preocupante para quienes se dedican al control de personas que son
capaces de arruinarse y arruinar a sus familias con tal de seguir
buscando no saben bien qué, pero que lo de jugar les trastorna, les
envilece y les parte en dos su proyecto de vida.
A
todo esto, desde el Estado, hipócrita por demás, por un lado
invierte en la recuperación de estos enfermos, porque recordemos que
pasan directamente a denominarse así porque ni ellos ni quienes les
rodean han sido capaces de devolverlos a la realidad, y por otro
invierte más aún en crear nuevas fórmulas de juego, nuevos motivos
con los que seguir embaucando a personas fáciles de convencer, y más
cuando la situación de crisis se ha llevado, y se lleva, por delante
a miles y miles de paisanos por el mero hecho de formar parte del
censo general de españoles que se han quedado sin trabajo y que,
solo gracias a estas pócimas extrañas que le hacen creer que es
pobre hoy y que será rico mañana, invierten lo poco que tienen en
mantener el sueño el tiempo que sea necesario. Y cuando se queda sin
dinero para invertir surge la posibilidad de conseguirlo a través de
fórmulas tan variadas como penosas: pedir a los amigos, a la
familia, al jefe un adelanto de la nómina si es que disfruta
de un empleo; al prestamista que le amargará la vida hasta que le
devuelva multiplicado por mil el dinero entregado… Y cuando se le
ha cerrado el círculo, cuando ya no le es posible obtenerlo, lo
roba, y le dará igual cómo, dónde y a quién sea. Es tal el daño
que la ludopatía hace sobre ellos, tal su magnitud, que, una vez
enredados en su tela de araña, solo las terapias protagonizadas por
los propios enfermos rehabilitados son capaces de devolverlos al
mundo real y convencerlos de que han estado haciéndose y haciendo
daño a las gentes de alrededor. Y, cuando poco a poco va conociendo
el resultado de su periplo por el peligroso laberinto del juego, sea
cual sea, es cuando muchos de ellos, avergonzados y humillados por
una sociedad deshumanizada y cruel, deciden el camino fácil y se
dejan la vida aún jóvenes.
Y lo
que les contamos también forma parte del juego, es decir, que no se
trata de una reflexión ligada al sorteo de hoy y sí de un problema
que, como les hemos dicho, parece que aumenta preocupantemente y que,
sin prisa pero sin pausa, va echando a la cuneta de la carretera de
la vida a más personas de las que serían aceptables. Sin ir más
lejos, sepan que del total de los desahucios que se han controlado en
España en los últimos cinco años, un quince por ciento ha tenido
su origen en el juego. Se gasta lo que no se tiene, se pide lo que no
se va a devolver y todo lo que nos ocurra a partir de esos primeros
momentos, además de tenerlo merecido, acabará no solo con nuestros
sueños; también con los de la familia.