Llega
el día, como todos los años, en el que nosotros nos despedimos
hasta el año que se nos viene encima a pasos agigantados. Después
de Reyes volveremos, una vez resueltos todos los temas que se van
quedando atrás con las prisas, y lo haremos con más ímpetu si cabe
y convencidos de que nos enfrentaremos a un año fascinante para
quienes, como nosotros, vivimos minuto a minuto la actualidad. Y es
que no siempre coinciden las convocatorias de elecciones generales,
provinciales, autonómicas y municipales en un mismo año, y esto,
señoras y señores, hay que vivirlo con toda la intensidad que nos
sea posible y que merece. Cuando finalice se habrán renovado los
ayuntamientos, las diputaciones, las autonomías y hasta el mismísimo
gobierno central. Es cierto que todo puede seguir igual, como seguro
ocurrirá en algunos casos, pero también forma parte de las
posibilidades el que cambien instituciones de manos y,
consecuentemente, de ideología, con lo que eso puede suponer para el
rumbo que actualmente tienen marcados algunos gobiernos y para la
propia población. Lo evidente es que los actuales dirigentes, sea el
gobierno que sea el que controlen, están muy preocupados, si no
asustados, con la aparición de fuerzas políticas que proceden del
mundo de los indignados y que han demostrado suficientemente que no
son unos indocumentados. Muy al contrario, las ideas que conciben y
que están dispuestos a implantar cuentan con de todo tipo de
profesionales e intelectuales que las apoyan y que aseguran son
viables y renovadoras en sumo grado.
Con
esto queremos decir que las cosas para los de siempre, para los que
ahora definen como la casta, están complicadas. Y porque en esta
ocasión parecen estar decididos a no acudir a las municipales y que
este detalle permitirá que muchos ayuntamientos se mantengan casi
como están, ya que de otra forma mucho nos tememos que también se
radicalizarían muchos de ellos. Si la necesidad de renovar acaba
imponiéndose finalmente, que es algo que no todos tienen claro, de
la noche a la mañana descubriríamos políticas activas de gran
calado social, porque recordemos que es ahí donde duele y ahí donde
más trabajan los partidos emergentes porque conocen los problemas de
la ciudadanía a la perfección y saben dónde duele.
Desde
luego, la realidad es que el país no está para muchos achuchones y
menos para hacer pruebas, pero es evidente que el daño que se ha
hecho, con pérdida de millones de puestos de trabajo, con
reducciones dramáticas de sueldos, con la desaparición de ayudas
sociales, con miles de enfermos que no pueden acceder a la Sanidad
porque no cuentan con la documentación que se lo permitiría, con
otros tantos que no pueden comprar las medicinas por lo del gasto
compartido, con millones de españoles viviendo de la pensión de los
padres y los abuelos… Con toda la crisis que soportamos y que solo
la estén pagando los que menos culpa tienen, cuando menos nos
parece injusto. Porque recordemos que la crisis de Bankia y del resto
de cajas de ahorro ha superado con creces los ochenta mil millones de
euros públicos que entre todos estamos pagando sin recibir nada a
cambio. Ni las gracias, que ya es decir.
No
obstante, teniendo en cuenta que nos vamos, lo mejor es desearles
suerte para el año próximo. Ojalá se cumplan las previsiones de
nuestros gobernantes y en poco tiempo comencemos a repuntar el mal
trago que llevamos soportando desde 2007. Ese es nuestro deseo: que
sean todo lo felices que les permitan las circunstancias y que, si
pueden, lo compartan con los demás. ¡Hasta la vuelta!