jueves, 11 de diciembre de 2014

EL DINERO DE TODOS EN MANOS DE UNOS POCOS

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Lo decíamos en los informativos y lo vamos a tratar hoy. Y es que la cosa del dinero de todos, de los presupuestos, es un apartado de la política activa que nos debe interesar sí o sí. Lo queramos o no, el dinero que invierten nuestros políticos, ya sea el nacional, el regional, el provincial o el local, sale de nuestros bolsillos y, por lo tanto, que nos interesemos en dónde lo invierten en nuestro nombre insistimos que debía de preocuparnos. De hecho, si de verdad exigiéramos conocer las partidas, los detalles, los pormenores de por qué se invierte aquí y no allí, seguro que inquietaríamos a quienes los gestionan, que se verían controlados hasta en el más mínimo detalle y, cuando menos, acostumbrados no están. Y no es que no lo hagan bien o que dudemos de sus acciones, sino que siempre es positivo cuidar del dinero de todos, que ya sabemos de lo que algunos son capaces. Solo hay que ponerse al día en los asuntos de corrupción para comprobar que no exageramos en nada.

Pues bien: son tiempos de presupuestos, de cuentas públicas, de comprobar la rentabilidad de las inversiones realizadas y las que están por activar, de obtener información relacionada con los caminos que sigue este dinero y, en su día o cuando corresponda, exigir que rindan cuentas, que suponemos no supondrá un esfuerzo que no se pueda ejecutar porque para eso están los técnicos económicos de las diferentes áreas de las Administraciones. Así, a solo unos días de que finalice al año, que es cuando se deben presentar y aprobar los presupuestos de cada ente administrativo, nos encontramos precisamente con la totalidad por poner en marcha. Es decir, que si su caso o el nuestro no se han incluido en las cuentas que más nos afectan, asuma cuanto antes que no será posible su realización sencillamente porque no cuenta con partida presupuestaria, que es lo mismo que decir que tendrá que esperar al próximo presupuesto porque el actual es inamovible.

La realidad es que el dinero de todos queda en manos de unos pocos, y no porque sean éstos los que lo manejarán como ordenan las leyes, sino porque crean áreas concretas en donde invertir que no siempre coinciden con las que nos gustarían a nosotros, que deciden colocar unas cantidades en un lugar u otro sin consultarnos, que se vuelcan con tal o cual departamento mientras el que nos interesa queda desamparado… En fin, que lo de los presupuestos exige, como toda religión que se precie, una gran dosis de fe porque de otra forma sencillamente sospecharíamos hasta de nuestra sombra. Es verdad que existen una serie de controles que sobre la marcha hay que ir superando para que el dinero llegue a su destino, pero de un tiempo a esta parte hemos aprendido, y muy deprisa por cierto, que no faltan los ingenieros de las finanzas capaces de hacer virguerías con el dinero de todos para beneficiarse directamente, sin intermediarios, y cuando son necesarios ya conocemos los métodos.


Centrándonos en el asunto que hoy les exponemos para su reflexión, tratamos de decirles que debemos confiar hasta donde sea necesario en las personas que controlan los ingresos y las dedicaciones de nuestro dinero. Y debemos hacerlo participando, desde luego si nos lo permiten, porque no todos los partidos políticos o los gobiernos nos facilitan el acceso a las cuentas públicas sin más; al contrario, suelen poner todos los impedimentos que se les ocurren cuando lo que en realidad queremos es comprobar si en nuestra calle han previsto instalar farolas o arreglar el asfalto, que no otra cosa. Y es que la política tiene varias caras y dos de ellas son las que nos ofrecen cuando andan rebuscando votos y otra claramente diferenciada cuando de lo que tratamos es de informarnos sobre nuestro dinero. Ya lo hemos dicho: claramente diferentes. Y a buenos entendedores, pocas palabras les bastan.