martes, 2 de diciembre de 2014

TERRIBLE PARRICIDIO EN ASTURIAS

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Como exige este luctuoso suceso y como ocurre en todos los acontecimientos derivados de la violencia de género en los que están implicados menores, la noticia del asesinato de las dos niñas en tierras asturianas ha generado infinidad de documentación oficial y pública. Para iniciar el comentario de forma cronológica y que podamos ir conociendo cómo se desarrollaron los acontecimientos en el matrimonio, sabemos que la esposa admitió en su día, justo cuando presentaba la denuncia contra el marido por vejaciones físicas y psicológicas, que nunca había visto en él malos tratos o comportamiento violento en contra de las niñas. De acuerdo con esta denuncia, no había existido agresión física de ningún tipo y que por el momento se había limitado a insultos en una discusión en la que se alteró muchísimo. La esposa, apoyando la propia denuncia, no aportó documentación de parte de lesiones ni consideró que su pareja fuera violenta con sus dos hijas. Sin embargo, la denunciante manifestaba que, efectivamente, de un tiempo atrás las discusiones se repetían continuamente, por lo que su abogado se vio obligado a pedir una orden de alejamiento para ella, entre otras razones porque no tenía intención de limitar la relación de sus hijas con su padre. El Tribunal Superior de Justicia, una vez valoradas las razones de unos y de otros, decidió archivar el asunto. El mismo juzgado tiene constancia también de una denuncia de la madre por impago de las cantidades que el padre debía abonar obligatoriamente.

Paralelamente a estos acontecimientos que mantenían los padres, la vida seguía hasta que llegó el fatídico día y se produjo el terrible suceso. Los cadáveres de las niñas fueron encontrados en el domicilio del padre después de que la Guardia Civil hallase el cuerpo de éste bajo un viaducto de 110 metros de altura. Inmediatamente después acudieron a su domicilio ante las sospechas de los familiares sobre las niñas, que debería haber devuelto a su madre después de haber pasado la tarde con ellas. En la vivienda se encontraron a las dos niñas muertas y una barra metálica ensangrentada con la que presuntamente pudo cometer la agresión. Se confirma por todo lo acontecido alrededor de este dramático suceso, que una vez más se usa a los menores para obtener de la pareja las exigencias que creen merecer alguno de los dos, y para ello tienen que llegar al asesinato. Y lo que es peor: ni han sido estas dos menores las primeras y no tememos que no serán las últimas.


La atención de los tribunales de Justicia ante situaciones de este tipo, que en este caso vuelven a estar desgraciadamente de actualidad, debería ser cautelosas y reaccionar ante cualquier duda que no permita llegar a conclusiones determinantes. Por supuesto que el juez que archivó la causa no quiso de ninguna de las maneras que estos hechos ocurrieran, pero tampoco debe estar orgulloso de su actuación, porque es evidente que algo más sí que pudo hacer. Y es que no siempre los agresores se muestran tal y como son en realidad entre sus amigos y familiares; al contrario, aparecen condescendientes, sensibles, cariñosos y buenos compañeros. Lo que guardan en su interior, sus verdaderas intenciones, lo que tienen previsto llevar a cabo antes o después es algo que forma parte exclusiva de su mundo y para nada hacen alarde alguno que los pudiera delatar. Lo de adelantarse al asesino no debe ser nada fácil; quizá por eso deberíamos optar por el viejo refrán castellano que aseguraba que más vale prevenir que curar.