lunes, 26 de enero de 2015

ALGO MÁS QUE PROMESAS

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Estarán comprobando en sus propias carnes que los tiempos preelectorales tienen su cansinería, su repetición como moviola incansable y, consecuentemente, a veces vienen a ser insoportables. Los que mandan, porque quieren asegurarse la repetición de su mandato; los que huelen poder, porque trabajan convencidos de que finalmente se llevarán la mayoría que ansían. Y no faltan los que prometen sin control conscientes de que no tendrán responsabilidad de gobierno y por tanto no estarán obligados a cumplir sus compromisos. Y que nadie se dé por aludido, que tampoco pretendemos desnudar intenciones y menos dañar la imagen de nadie, aunque tendrán que reconocer, ustedes y ellos, que a eso nos han acostumbrados y a eso nos agarramos nosotros. Por lo demás, a la espera de que nos den por escrito sus promesas, tratamos de hacerles llegar la dinámica interna y externa de los partidos políticos en liza, que andan inmersos, primero, en la recepción de las demandas ciudadanas, y, segundo, prestos a plasmarlas en sus respectivos programas, lo que viene a significar y a confirmar que muchos de ellos coincidirán en la mayoría de los puntos fundamentales y por los que estarán dispuestos a llegar hasta donde haga falta con tal, lógicamente, de obtener la confianza de sus votantes.

A todo esto, es evidente que es tiempo de que la vecindad consiga que sus peticiones se consoliden. Lo de que son los mejores tiempos para que la clase política ponga atención a las peticiones que le llegan procedentes de la ciudadanía, es un hecho, y así están las cosas. Y lo saben bien las dos partes, vecinos y políticos. Así, si observamos cómo recorren nuestros representantes, folleto en mano, barrios y domicilios, los otros protagonistas esperan pacientes para hacerles llegar de primera mano las inconsecuencias que han venido soportando a lo largo de la legislatura. Y como se saben protagonistas, como son conscientes de que acudirán todos en busca de su voto, su actitud se mantiene impertérrita y contundente: nada de palabras, y menos de palabrería; de lo que se trata es de que la promesa sea por escrito, que luego pasa el tiempo y de lo que prometieron parece que no se acuerda nadie. Por el momento parece que van a la cabeza los que se comprometen a hacer realidad lo que para ellos ha dejado de ser una petición formal para convertirse en un deseo insaciable cuando no en un sueño incumplido: asfaltado de sus calles, saneamiento general del entorno, jardines descuidados, alumbrado insuficiente, inseguridad ciudadana, limpieza viaria, servicio de agua y basura, festejos, barriadas olvidadas en favor del centro, etc., etc.


Los partidos que persigan el poder, la responsabilidad de una ciudad mejor y más equipada, es evidente que están obligados a ir más lejos de lo mismo de siempre, que para eso tampoco hacen falta alforjas demasiado llenas y sí ilusión a cargas industriales. Concienciarse de que la vecindad está cansada, si no harta, de promesas incumplidas tampoco es algo que le desea desconocido a quienes precisamente dedican su tiempo a recibir sus quejas y a prometer el restablecimiento de las condiciones mínimas de equipamiento que necesitan los residentes en tal calle, avenida o barrio. Y más cuando los servicios municipales que recibimos los pagamos, y bien por cierto. Si tenemos que compartir que las elecciones de mayo no serán sencillas para nadie, desde luego que los que han podido y no han querido lo tienen más difícil. Con todo, ya veremos.