No es
que a nosotros nos extrañe a estas alturas los casos de corrupción.
Es tanta la información, tanto el despliegue informativo de los
medios de comunicación, que habrá muy pocos a los que convencer de
que en nuestro país es muy fácil defraudar, robar dinero público u
otros menesteres fraudulentos, sin que luego pase nada a estos
desalmados. Faltaba ahora lo de la lista Falciani para confirmar los
pocos que nos quedaban por conocer. Precisamente la investigación
que se ha realizado sobre este informe del trabajador que huyó con
los datos que obtuvo del banco en el que trabajaba que ahora
conocemos, ha sido determinante para saber que, entre otros, Botín,
el fallecido presidente del Santander; Fernando Alonso, que llegó a
tener cuarenta y dos millones de euros, pero que asegura que no
defraudó porque hasta el año 2011 vivió en ese país; el
futbolista Diego Forlán, exjugador del Atlético de Madrid y del
Villarreal; Briatore, gurú de la fórmula 1, y otros grandes
conocidos del mundo del deporte, de la moda y del fútbol, han sido
defraudadores manteniendo cuentas en Suiza para no pagar sus
impuestos en sus respectivos países. Que nosotros sepamos, fue Botín
el máximo defraudador, con nada menos que dos mil millones de euros
perdidos en paraísos fiscales que luego, a la hora de regularizarlos
en España, pagó doscientos once millones de euros.
La
sucursal del banco inglés en Suiza, el HSBC, presuntamente, habría
escondido el dinero de miles de impositores como traficantes de
armas, hombres de bolsa y dictadores que se entretenían en guardar
en esa entidad bancaria dinero por valor de más de cien mil millones
de euros. Naturalmente, esta información lo que viene es a
proyectar luz allí donde hasta ahora nada se conocía y comprobar la
relación directa existente entre la delincuencia internacional,
abriendo nuevos horizontes sobre el comportamiento de algunos bancos
con respecto a la opacidad de sus depósitos. Y es que, entre este
dinero guardado en sus grandes cámaras acorazadas, se han encontrado
sumas millonarias de presidentes de países africanos que desviaban
el dinero de las ayudas internacionales para su enriquecimiento
personal.
Gracias
a esta lista no solo queda al descubierto la facilidad con la que se
puede evadir el dinero de un país a otro en busca de mejores réditos
y, sobre todo, para evitar pagar impuestos en el suyo, sino la
existencia de una banca sin escrúpulos capaz de aceptar el dinero
que le ha llegado procedente del narcotráfico, de mafias asesinas,
del mercado de armas y de otros personajes que han conseguido ser
ricos gracias a la extorsión, el asesinato o la organización de
guerras. Está claro que mientras el mundo, especialmente sus
dirigentes, mantengan los paraísos fiscales, que por ahora son
setenta y dos, todo seguirá igual y los ricos lo serán cada vez más
en detrimento de quienes alcanzan fin de mes con muchos problemas.
Pero ahí están, siendo receptores de dinero negro y manchado de
sangre y nadie hace nada por erradicarlos, haciendo sufrir a millones
de personas en todo el mundo a cambio del disfrute máximo de unos
cuantos.
Por
eso insistimos que el informe Falciani ha venido a poner luz sobre
muchos de nuestros prohombres, a los que teníamos encumbrados y que
a partir de ahora suponemos que tendrán que vérselas con la
Justicia, que debería caer sobre ellos con la misma dureza que lo
hace cuando alguno de nosotros, los de a pie, dejamos de pagar algún
impuesto, o cuando no hemos podido abonar el tercer recibo de la
hipoteca, que nos desahucian sin más. Pero no será así. Ahora
comenzará un largo recorrido, de ocho o diez años al menos, hasta
que los jueces alcancen un veredicto, si antes el delito no ha
prescrito, que solo satisfará al interesado, porque los demás, no
lo duden, nos quedaremos con las ganas.