Hasta
el próximo domingo, la inestabilidad meteorológica, especialmente
el frío, va a seguir siendo protagonista y no solo en las personas
como tal por aquello de que las bajas temperaturas acaban influyendo
en cualquiera de nosotros, sino en los automóviles, que, dependiendo
de las carreteras por las que circulen, tendrán que vérselas con el
peligroso inconveniente del hielo, cuando no de la de la misma nieve
o la niebla. Por eso todo lo que se nos ocurra que puede acabar
siendo un problema, cuanto antes lo solucionemos, mejor. Por ejemplo
y como dijimos el pasado viernes, los neumáticos, que en situaciones
de inestabilidad como es el hielo, la nieve o el agua, necesitan de
adherencia extrema y ésta solo se consigue cuando reúne las
exigencias que el fabricante aconseja: presión adecuada, dibujo con
suficiente profundidad para que le facilite la evacuación del agua,
libres de pellizcos o golpes en los bordillos, desgaste irregular,
etc. Pero es el que el equipo óptico tiene una importancia que
normalmente no le damos y que, sin embargo, nos ayuda a ser vistos
con la antelación que necesitamos para defendernos de un posible
adelantamiento del que viene de frente. Y lo mismo podíamos decir
del resto del coche, entre otras cosas para evitar aquello de que
siempre se nos estropea cuando más falta nos hace.
De
ninguna de las maneras aceptamos la velada acusación que nos llega,
cierto que de muy tarde en tarde, pero la escuchamos, de que debemos
tener un contrato bien pagado con los talleres mecánicos en
general. Pero no. Lo nuestro es mucho más sencillo y de ahí que el
trabajo que desarrollamos lo liguemos exclusivamente a la seguridad
de los usuarios de vehículos y no menos de los peatones o ciclistas.
Y no por gusto; las estadísticas, frías por demás y dolorosas, son
lo que son y están ahí para certificar que seguimos jugándonos la
vida en cuanto ponemos nuestro vehículo en marcha y que, en general,
somos pocos dados a cuidarlo como deberíamos. Si ustedes tienen la
oportunidad de dialogar con algún mecánico, la aproximación que le
hará sobre su coche es que se trata de una gran mecano sujeto entre
sí gracias a las cuatro o cinco mil piezas que, unidas unas con
otras, le proporcionan el aspecto y las prestaciones que obtenemos de
él. Deducir que el suyo es perfecto, que desconoce las averías
propias que se generan por el uso, que no le ha dado ningún
problema, es aceptable, por supuesto, pero no ponga la mano en el
fuego por él porque se puede quemar; es más, se quemará seguro.
A
veces, perder de vista la renovación de los aceites o los líquidos
en general, la presión de los neumáticos, los frenos, que parece
que no van bien, puede acabar en catástrofe, entendiendo por tal una
detención en plena carretera, lejos de la civilización, esperando
que una grúa retire el coche y nos deje a nosotros a la espera de su
recuperación. Y eso, señoras y señores, es un verdadero problema,
porque no llegaremos a tiempo a dónde íbamos, porque representa un
coste añadido con el que no contábamos, porque si además vamos
acompañados el asunto se complica… En definitiva, que cada cual
adopte las medidas que crea convenientes, no sea que alguno de
ustedes acabe aceptando lo de que estamos muy bien pagados por los
profesionales de la mecánica. Eso sí, lo hacemos porque se nos
acaba el espacio que tenemos cedido para esta reflexión semanal los
viernes, porque no duden ustedes que en cuanto tengamos oportunidad
volveremos, erre que erre, a recordarles que nuestras obligaciones
con respecto a nuestro coche van mucho más allá de simplemente
conducirlo.