Las
elecciones autonómicas, convocadas oficialmente para el 22 de marzo,
no están dando mucho de sí si nos ceñimos a lo periodístico. Es
verdad que los sindicatos, listos como ellos solos, conscientes de
que son días idóneos para la reclamación, andan con lo suyo a
cuestas, como pesada carga de la que no se desprenden ni con la prisa
ni la suficiencia que sería aconsejable para su continuidad, porque
lo de que han perdido una buena parte de su buen nombre no creemos
que haga falta echárselo en cara, que ya tienen bastante. Y es que
no se puede estar en más de dos sitios a la vez, y que si se está
echando mano del dinero que no es de uno, no se puede andar a la
gresca en la crítica dura y convocando a los suyos para meter
miedo a la patronal. Ya lo hemos visto en Andalucía y estamos
asistiendo a un caso parecido en Asturias, aunque en esta parte del
mapa se trata de un solo personaje con más cara que espaldas y menos
entrañas de las convenientes.
Por
el momento, los directamente beneficiados parecen que serán los
sanitarios con contrato de trabajo de poca monta, porque no van a
tardar en formar parte de la plantilla general de la Consejería, y
este es un detalle que viene a confirmar, no solo que las elecciones
generan dinero para mejorar la imagen de los que quieren ganar, sino
que infunden tranquilidad a los generalmente afectados por una
dejadez oficial preocupante. Sin ir más lejos, ¿estarían
dispuestos a apostar porque ahora sí que va de veras lo de pagar las
pagas extraordinarias que adeuda la Junta a los funcionarios? Ellas y
ellos, por si las moscas o por si finalmente toca la campana, ahí
están, con pancarta en mano reclamando lo que en justicia es suyo.
Naturalmente, dependerá del nivel de decibelios que generen sus
gritos y de la puesta en escena que sean capaces de interpretar, pero
el hecho de que hayan decidido que es el momento y de que ya está
bien de recortes y siempre para los mismos, cuando menos les acerca
al cobro más que si hubieran permanecido en sus asientos esperando
un milagro.
En
cuanto a lo que el resto de invitados a la fiesta democrática del 22
de marzo se han planteado y nos están enviando en mensajes envueltos
en la piel de higos chumbos y en plástico comestible, nada nuevo.
Frases hechas, vaguedades cuando se trata de implantar medidas
sociales y poco más. Una vez el Partido Popular, que es la otra gran
fuerza política andaluza, ha demostrado que su tendencia natural no
es precisamente la de situarse al lado de los más necesitados y que
lo suyo son las grandes cifras macroeconómicas, la de rascar votos
de partidos antagónicos no parece que sea posible y al menos no
sencillo. Y más si tenemos en cuenta a Podemos, que viene con fuerza
desde Madrid y que entre nosotros no ha encontrado aún al líder
capaz de mover masas como lo viene haciendo en todas sus
convocatorias el bloque duro. Por lo tanto, a la espera de que
comiencen a disparar con balas de verdad y se dejen de brindis en
solitario y de envenenar su propio futuro, habrá que tener paciencia
y mirar con la máxima objetividad lo que ocurre a nuestro alrededor.
Por el momento, ya les decimos, poco o nada que decir.