miércoles, 25 de febrero de 2015

LAS OBRAS ELECTORALES, ¿PARA QUÉ SIRVEN?

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No llegamos a interpretar la dimensión política que puede llegar a tener el hecho de que, convocadas elecciones municipales, las ciudades sean puestas patas arriba a veces sin justificación alguna, cuando no para empeorar su aspecto, que también se da con relativa frecuencia. Así, durante unos meses, que siempre dependerá de las posibilidades económicas de los ayuntamientos y de los compromisos sin ejecutar con los que hayan llegado a esas fechas, comprobamos que la ciudad se pone en pie, que aparecen de la noche a la mañana máquinas y hombres con un fin concreto: intervenir en tu descanso, en tu habitualidad, en la calle, la plaza o la avenida que tú conoces de toda la vida y que ahora la van a abrir en canal. En definitiva, que te cambian la vida sin pedirte permiso y que, encima, no te puedes quejar. Y no me digan ustedes que siempre aciertan nuestros dirigentes en lo que eligen por nosotros con el objetivo, nos dicen, de hacernos la vida más cómoda, de acercarnos más a los centros comerciales y de generar riqueza, frases que parecen mágicas, o al menos esa es la impresión que dan porque todos guardan silencio, porque es evidente que no aciertan casi nunca.

Es verdad que luego, una vez pasado el terremoto, cuando cada cual se ha ido a su destino y la ciudad vuelve a la normalidad, aprecias el esfuerzo y te congratulas por la mejora que aseguran han realizado en tu nombre y con tu beneplácito, aunque a ti te siga pareciendo que antes estaba mejor. Pero es que las cosas están establecidas de esta forma y poco o nada podemos hacer para replantear nuevos parámetros de entendimiento desde los que mejorar lo que es de todos sin necesidad de avasallar. No es del todo aceptable que los ciudadanos estemos expuestos al capricho del último en llegar y ser sometidos a sus gustos aunque sean horribles. Para empezar, porque el dinero invertido es nuestro y, cuando menos, que se nos pida permiso; segundo, porque al político cuando accede al cargo nadie le ha preguntado si entre sus cualidades está la de estética, porque si nos remitimos a los hechos comprobamos que nada más lejos de la realidad; y tercero, porque está más que demostrado que son muchos los que carecen del más mínimo sentido del gusto por lo bien terminado.

Sin embargo, lo queramos o no, aunque nos repatee la vista, tenemos que vivir en la ciudad que nos han ido haciendo, repetimos que sin permiso, y que es evidente responde íntegramente a la idea que ellas y ellos tenían preconcebida para lo que es de todos y que nadie debía ponerle la mano encima sin una causa justificada, y desde luego que siempre pidiendo permiso e invitándonos a participar en el proyecto. De otra forma, por mucho que se empeñen, no conseguirán jamás que lo renovado sea aceptado de buena gana, aunque contrastado está que a ellos este detalle les importa un pito. Y a todo esto sin entrar en detalles económicos, porque entonces es cuando seguro que no llegaríamos a ningún acuerdo.


Que las ciudades deben cambiar su aspecto con el paso de los años porque es una forma compartida y aceptada de mejorar de cara al exterior, de renovar para parecer más joven, es algo que no siempre es acertado, pero que forma parte del progreso y que debemos acatarlo como orden superior. Sin embargo, el problema surge cuando el vecino no participa, cuando lo realizado no cuenta con su apoyo, cuando no ha sido consultado… Y como esto ocurre con una frecuencia preocupante, lo menos que puede hacer es mostrar su disconformidad allí donde le pidan su opinión. El asunto es si sirve para algo, porque una vez demostrado que no es tenido en cuenta para el antes, ¿creen ustedes que les importa para el después?