martes, 17 de febrero de 2015

LOS JÓVENES Y LA VIOLENCIA MACHISTA

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El hecho de que una de cada tres chicas considere lógico y aceptable que su chico le controle sus movimientos, sus amigos, su teléfono y algún que otro detalle más, confirma que la violencia de género se ha quedado y adaptado también entre la gente joven. De acuerdo con las percepciones que tienen entre ellos y siempre que tienen la oportunidad de expresarse, todo indica que, sobre todo entre las mujeres, los celos son una expresión más del amor que les profesan y para ellas no tiene mayor importancia. Entre los chicos, sin embargo, destaca el hecho de que insistan en que la mujer debe quedarse en casa, responsabilizadas específicamente de sacar la familia adelante. Pero van mucho más lejos en sus apreciaciones o valoraciones de la vida en común, de la importancia que tiene que los papeles de ambos estén claramente determinados antes, durante y después de su convivencia, y que debe ser el hombre, siempre él, quien tome las decisiones importantes. Lo que les contamos no es cosa nuestra, como seguro habrán apreciado desde el primer instante, y sí del estudio Jóvenes y género. El estado de la cuestión”, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que hemos conocido estos días y del que se desprenden situaciones y opiniones realmente interesantes para quienes estudian el comportamiento general del ser humano y muy especialmente de los que se detienen en busca de los enfrentamientos entre las parejas.  

Según estos analistas y estudiosos en la materia que tratamos, el que muchos de los jóvenes entrevistados acepten sin más que, cuando la mujer es agredida por su compañero o marido, algo habrá hecho ella para provocarlo para que actúe tan desproporcionadamente, lo primero que se les ocurre es deducir que algo va mal para que esta interpretación de la realidad sea compartida mayoritariamente entre ellos e incluso ellas. Y lo que es peor: nada menos que un treinta por ciento de ellos están de acuerdo con este razonamiento. Pero la cosa no queda ahí, ya que están convencidos que la violencia de género en el seno familiar debe aceptarse como un tema de la familia y que en ningún caso debe salir a la calle. No obstante, aun tratándose de puntos de vista asombrosos, todos, de acuerdo con los técnicos que han realizado el trabajo, encuentran explicación si tenemos en cuenta que desde pequeños han escuchado a su alrededor afirmaciones como que es bueno que los chicos salgan con muchas chicas y que disfruten, pero no en el caso de ellas, que tienen limitadas sus conquistas y sus movimientos. Por supuesto, que los que lloran son unos cobardes, que los que no fuman no están en la onda, que los que son agresivos o lo parecen tienen más atractivo entre las chicas o que lo de amenazar a los demás es necesario para marcar el territorio, para que sepan desde el primer momento quién manda en la pareja, tampoco faltan en el menú diario del que se alimentan muchos de los jóvenes.    
   
Si sabemos que las víctimas de la violencia de género las encontramos entre los 25 y 35 años, deducir que nos hallamos ante un problema que demanda ser resuelto con urgencia, creemos que es lo menos que se puede pedir a quienes tienen responsabilidades adquiridas por cargo o empleo político o administrativo. Otros datos interesantes que se desprenden del estudio es que las chicas tienen asumido que los hijos pueden acabar siendo una limitación para que se incorporen al mundo laboral. Pero hay más, ya que, entre los hombres, el sesenta por ciento justifica agredir a alguien que les haya quitado algo, cifra que queda en la mitad cuando se le plantea a las mujeres. Por otro lado, la mitad de los jóvenes está convencido de que es correcto, y de hecho está aceptado socialmente, pegarle a quien le haya ofendido.


El espacio que tenemos asignado nos limita incorporar más datos del trabajo realizado por los técnicos, pero lo que debe quedar claro es que muchos de los grandes defectos de actuación e interpretación de nuestros jóvenes provienen directamente del núcleo familiar, en donde se cuecen los desvaríos que hemos podido leer, y la consolidación de un comportamiento muy peligroso para la mujer.