El
hecho de que una de cada tres chicas considere lógico y aceptable
que su chico le controle sus movimientos, sus amigos, su teléfono y
algún que otro detalle más, confirma que la violencia de género se
ha quedado y adaptado también entre la gente joven. De acuerdo con
las percepciones que tienen entre ellos y siempre que tienen la
oportunidad de expresarse, todo indica que, sobre todo entre las
mujeres, los celos son una expresión más del amor que les profesan
y para ellas no tiene mayor importancia. Entre los chicos, sin
embargo, destaca el hecho de que insistan en que la mujer debe
quedarse en casa, responsabilizadas específicamente de sacar la
familia adelante. Pero van mucho más lejos en sus apreciaciones o
valoraciones de la vida en común, de la importancia que tiene que
los papeles de ambos estén claramente determinados antes, durante y
después de su convivencia, y que debe ser el hombre, siempre él,
quien tome las decisiones importantes. Lo que les contamos no es cosa
nuestra, como seguro habrán apreciado desde el primer instante, y sí
del estudio “Jóvenes
y género. El estado de la cuestión”,
realizado por
el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que
hemos conocido estos días y del que se desprenden situaciones y
opiniones realmente interesantes para quienes estudian el
comportamiento general del ser humano y muy especialmente de los que
se detienen en busca de los enfrentamientos entre las parejas.
Según
estos analistas y estudiosos en la materia que tratamos, el que
muchos de los jóvenes entrevistados acepten sin más que, cuando la
mujer es agredida por su compañero o marido, algo habrá hecho ella
para provocarlo para que actúe tan desproporcionadamente, lo primero
que se les ocurre es deducir que algo va mal para que esta
interpretación de la realidad sea compartida mayoritariamente entre
ellos e incluso ellas. Y lo que es peor: nada menos que un treinta
por ciento de ellos están de acuerdo con este razonamiento. Pero la
cosa no queda ahí, ya que están convencidos que la violencia de
género en el seno familiar debe aceptarse como un tema de la familia
y que en ningún caso debe salir a la calle. No obstante, aun
tratándose de puntos de vista asombrosos, todos, de acuerdo con los
técnicos que han realizado el trabajo, encuentran explicación si
tenemos en cuenta que desde pequeños han escuchado a su alrededor
afirmaciones como que es bueno que los chicos salgan con muchas
chicas y que disfruten, pero no en el caso de ellas, que tienen
limitadas sus conquistas y sus movimientos. Por supuesto, que los que
lloran son unos cobardes, que los que no fuman no están en la onda,
que los que son agresivos o lo parecen tienen más atractivo entre
las chicas o que lo de amenazar a los demás es necesario para marcar
el territorio, para que sepan desde el primer momento quién manda en
la pareja, tampoco faltan en el menú diario del que se alimentan
muchos de los jóvenes.
Si sabemos que las
víctimas de la violencia de género las encontramos entre los 25 y
35 años, deducir que nos hallamos ante un problema que demanda ser
resuelto con urgencia, creemos que es lo menos que se puede pedir a
quienes tienen responsabilidades adquiridas por cargo o empleo
político o administrativo. Otros datos interesantes que se
desprenden del estudio es que las chicas tienen asumido que los
hijos pueden acabar siendo una limitación para que se incorporen al
mundo laboral. Pero hay más, ya que, entre los hombres, el sesenta
por ciento justifica agredir a alguien que les haya quitado algo,
cifra que queda en la mitad cuando se le plantea a las mujeres. Por
otro lado, la mitad de los jóvenes está convencido de que es
correcto, y de hecho está aceptado socialmente, pegarle a quien le
haya ofendido.
El
espacio que tenemos asignado nos limita incorporar más datos del
trabajo realizado por los técnicos, pero lo que debe quedar claro es
que muchos de los grandes defectos de actuación e interpretación de
nuestros jóvenes provienen directamente del núcleo familiar, en
donde se cuecen los desvaríos que hemos podido leer, y la
consolidación de un comportamiento muy peligroso para la mujer.