Es
evidente que los accidentes de tráfico sigue siendo un mal mayor que
por el momento no ha aceptado, o al menos no de buena gana, la mayor
parte de las medidas administrativas y penales que se han decidido
por parte de la Dirección General de Tráfico, y que, implantadas y
desarrolladas, solo han obtenido algún rendimiento los primeros
meses desde su implantación para luego volver a las andadas y
presentar cifras como las del mes de febrero, que aumentaron en nada
menos que un catorce por ciento si lo comparamos con el mismo mes del
año pasado. Las personas fallecidas fueron 79, diez más que en el
pasado ejercicio y, además, aumenta por segundo mes consecutivo,
luego que enero acabara con un cuarenta y cuatro por ciento más de
muertos. Calificarlo de desastre es lo menos que se nos ocurre ante
estos datos tan desproporcionados, y más si tenemos en cuenta que
veníamos reduciendo estas cifras desde hace años. No afirmamos que
se confirme un significativo cambio de tendencia, pero parece claro
que algo va mal en nuestras carreteras y los conductores.
Desde
la Dirección General han dado detalles sobre esta actualidad tan
sangrante, y aseguran que el aumento de la accidentalidad y sus
consecuencias a lo largo del mes pasado es porque hubo más
accidentes con varios muertos que en el mismo período de 2014. O
sea, que está claro: que se produjeron más porque hubo más
accidentes. Y punto. Sin embargo, colectivos como los de víctimas de
accidentes van más lejos y denuncian las políticas de Tráfico para
concienciar a los conductores por inexistentes. Entienden que se han
detenido las campañas y que un dato significativo es el hecho de que
el Gobierno no le haya dado importancia a la velocidad en los
accidentes; el mejor ejemplo es el hecho de que actualmente se pueda
circular por nuestras autovías a 130 kilómetros por hora. La
situación real es que febrero de 2014 echó el cierre a la
estadística como el mejor de los controlados por la Dirección
General. El de este año ha sido todo lo contrario y prefigura un
camino que no nos gusta nada, puesto que entre los dos primeros meses
de este ejercicio el número de personas fallecidas es de 166, es
decir, un veintisiete por ciento más que el año anterior, que fue
de 130. Por el momento, la responsable de la Dirección General,
señora Seguí, se limita a decir que no es bueno valorar los
períodos cortos porque no son reales.
Luego
del éxito en el descenso de los fallecidos en vías interurbanas a
lo largo del año pasado, desde el Ministerio del Interior se asume
que reducir estas cifras es cada vez más difícil. De hecho, para
Tráfico buena parte del origen de la accidentalidad tiene mucho que
ver con que se están controlando más desplazamientos de largo
recorrido sobre vehículos que han cumplido los diez años. No
obstante, los datos aportados por asociaciones y profesionales del
sector afirman todo lo contrario, ya que, aceptando que la movilidad
haya aumentado, es de solo un uno por ciento, mientras que los
fallecidos lo han sido en un veintiséis por ciento. De lo que están
convencidos estos sectores de tráfico es que es fundamental aumentar
las campañas de concienciación y más control en todas las
carreteras, además de, por supuesto, mejorar las vías de
comunicación antes de que se caigan por su propio peso. En este
detalle coinciden con el Defensor del Pueblo, que dejó claro en su
informe anual la necesidad urgente de invertir en la mejora y el
mantenimiento de las carreteras.