Dos
días y tres pases o sesiones, viernes tarde y sábado mañana y
tarde, ha necesitado Andújar Flamenca, que ha alcanzado este año la
cuarta edición, para mostrar a los asistentes y a quienes lo han
seguido a través de la radio y la televisión, el mundo del traje
flamenco, el único traje regional que es capaz de renovarse año
tras año sin parecerse a sus predecesores. Si tenemos en cuenta que
en nuestra ciudad no somos dados a la continuidad, a mantener eventos
de importancia, el que Andújar Flamenca haya llegado tan lejos por
su propio esfuerzo y casi sin ayuda es un triunfo. Y no crean, porque
cuesta y no saben cuánto. La organización debía premiarse a sí
misma por su ímpetu, decisión, sacrificio y conocer el oficio de
organizar. Son cientos las personas que participan en los diferentes
niveles de implicación que demanda cada edición y todas y todos
desarrollan su trabajo con una profesionalidad envidiable. Nosotros
dejamos constancia de este hecho diferenciador y públicamente les
damos la enhorabuena y nuestro sincero agradecimiento por una tarea
que, si tuviera que remunerarse, su costo acabaría siendo una
cortapisa que lo haría inviable.
El
Ayuntamiento como responsable directo del trabajo de campo y la
intendencia, que además se ve obligado a cambiar direcciones,
eliminar aparcamientos, acotar espacios, abrir de par en par sus
puertas para dar cabida a las necesidades del certamen, ubicar a mil
personas en la plaza de España y, sobre todo, el esfuerzo de los
operarios municipales dependientes de la organización y sus
necesidades. Por supuesto, proyectar hacia dentro y fuera el
encuentro e invitar a quienes decidan acudir a presenciarlo en
directo que lo hagan convencidos de que vale la pena. La Cámara de
Comercio e Industria y el Centro Comercial Abierto, porque están
implicados en la totalidad del desarrollo del encuentro de moda y
porque, de hecho, se fraguó y se apoyó desde la primera idea hasta
hoy, y ya sueña con la edición del año próximo. A la dirección
de Andújar Flamenca, porque lucha incansable a lo largo de todo el
año por obtener el mayor rendimiento y presentarlo a los asistentes
en un formato muy dinámico y de gran contenido estético. Sus
conocimientos del medio, sus indudables valores personales y su gran
capacidad para absorber unos momentos de gran intensidad y tensión,
hacen que nos rindamos sin remisión ante quienes tanto hacen porque
este tiempo de moda haya alcanzado un nivel tan notable. El entramado
empresarial de nuestra ciudad, siempre presto al esfuerzo y decidido
apoyo cuando la celebración lo merece, expresando su interés por la
muestra ocupando los stand que la organización había previsto para
que tuvieran la oportunidad de exponer sus fabricados y de esta forma
engrandecer más si cabe la convocatoria. Finalmente, Andújar, que
es quien acogió en su día la Andújar Flamenca que ahora
disfrutamos y la que la mantiene tan fresca como el primer día. Su
saber estar, sus generosos aplausos y abrir sus brazos a quienes
vienen a visitarnos, no solo la distinguen, sino que nos sirven como
excepcional tarjeta de presentación en un fin de semana de tanta
trascendencia social y económica.
Como
en todo lo importante, la situación deja de tener protagonismo en el
momento en el que se echa el cierre y todo queda en calma y silencio.
La plaza de España y sus alrededores muestran solo algunos vestigios
de uno de los encuentros de moda flamenca más importantes del Sur de
España. A partir de ahora, el reto es la V edición, a la que habrá
que dedicarle más interés y generar nuevos objetivos desde los que
conseguir que desde fuera, desde los habituales y tópicos círculos
en los que se desenvuelve este importante mercado, se nos tenga en
cuenta incorporándonos a las ciudades en donde se ama lo nuestro, y
recordemos que el traje flamenco, la moda en la que se sustenta y el
ramalazo cultural que nos regala a quienes observamos este fenómeno
social, forma parte intrínseca de aquello que amamos. Gracias a
todas y todos los que han hecho posible que Andújar haya vivido un
fin de semana que retendremos en la memoria por mucho tiempo, al
menos hasta que se nos invite a la próxima.