Desde
primeras horas de la mañana de ayer, conforme íbamos conociendo la
evolución de la jornada electoral, además de que la normalidad se
imponía en todo el territorio andaluz, el número de votantes
aumentaba continuadamente, lo que, a decir de algunos políticos, era
lo mejor que le podía ocurrir a nuestra tierra porque participar en
política representa un paso adelante en el crecimiento que como
pueblo nos merecemos. Luego, al final de la jornada, pues ya han
visto ustedes cómo han quedado los resultados y lo que será por
tanto la configuración del Parlamento andaluz en unos días, cuando
finalmente se les busque a los representantes de cada grupo o
coalición un lugar en donde sentarse. El hecho de que el voto
mayoritario parece que se ha decantado por el voto de izquierdas (si
sumamos a Podemos, Izquierda Unida y el propio PSOE), marcará con
toda seguridad la dinámica política en nuestra tierra, ya que si
gobierna la fuerza mayoritaria estará obligada a pactos de
continuidad o a acuerdos puntuales, es decir, que para nada tendrá
que ver con un gobierno de mayorías que permitiera tomar decisiones
sin consultas previas ni pactos. Es verdad que los escaños obtenidos
por los socialistas son los mismos que los de la última cita
electoral, pero sobre todo se valora la pérdida que ha acumulado en
estas elecciones el Partido Popular, teniendo en cuenta que en las
pasadas consiguió cincuenta escaños. Los que lo esperaban todo,
especialmente ganar, tendrán que replantarse qué dirección escoger
y qué tipo de políticas podrán aplicar desde los escaños de la
oposición, que ya se sabe que a lo único que puede aspirarse en ese
lugar del parlamento no va más lejos de quejarse públicamente de
que quien gobierna no les hace caso porque no atienden sus demandas.
Lo
que nos depare el futuro desde hoy hasta las próximas elecciones es
algo que está en el aire, aunque conociendo un poco a quienes nos
representan no parece que presenciemos sorpresas. Si acaso, reuniones
de todos con todos y eliminación de aquellos grupos que no estén
por la labor de sacar adelante el proyecto político y social de
quien finalmente ha resultado ganador. Es la ventaja que posee quien
ha sido premiado por la ciudadanía como el que debe posicionarse al
frente del timón de una nave que anda con lo puesto, con grandes
carencias, con un censo de desempleo que a nosotros nos resulta
vergonzoso y con un futuro realmente complicado. Solo la capacidad de
emocionarnos que poseen los contrincantes políticos cuando se ponen
delante del atril nos mantiene sin sueño a la espera de que lo
prometido llegue cuanto antes. Porque debemos recordar aquí que
todos han jurado por su honor que la primera decisión que tomarán
es generar empleo. Otros se han decantado a lo largo de la campaña a
abrir ventanas y puertas, a que corra el aire, a expulsar de sus
responsabilidades a quienes hayan sido cazados con las manos en la
masa del dinero público, a quienes hayan participado en reducir a
cenizas la justa ilusión de los andaluces por una tierra mejor…
Luego
ya se sabe: que si yo no prometí un millón de empleos, que solo
dije que unos cientos; que lo de mejorar la dependencia era un decir,
que ya habrá tiempo para meterle mano; que lo de los desahucios es
algo que debemos hablar con la Banca, que son los que en realidad
mandan… Que Andalucía ha cambiado su forma de gobernar a partir de
ahora no admite discusión, y que no tardaremos en conocer nuevas
formas de aplicar la política, tampoco. Lo que importa es que se
resuelvan nuestros problemas con urgencia, que no se pierda tiempo en
discusiones, ni se dediquen nuestros representantes a mejorar sus
respectivas imágenes, como parece que ha ocurrido en la comunidad de
Madrid. Andalucía necesita del esfuerzo de todos y de todas, y muy
especialmente de quienes hemos elegido para que lo hagan por
nosotros, eso sí, con todos los gastos pagados.