A
solo horas de que se inicie oficialmente la campaña como tal para
las elecciones autonómicas en nuestra tierra, los partidos políticos
mantienen en alto sus mensajes y casi ni se nota que estemos en pre o
en elecciones sin más. Se entiende que se juegan mucho y que, por si
faltaba alguien en este coso sin toros, pero con muchos picadores y
no menos primeros espadas, la arribada de nuevas opciones políticas
animan claramente a la consecución del éxito, entendiendo por éste
el obtener más votos que el resto. Luego, una vez analizadas las
diferentes encuestas, a una por semana que estamos actualmente,
comprobados y contrastados los resultados que las empresas
especializadas ofrecen a quienes les contratan, se mantiene la
incógnita de si se conseguirán mayorías suficientes para dirigir
esta hermosa tierra con algo de margen que le permita al ganador
hacer y deshacer como le venga en gana. Por cierto, es curioso que,
cuando no se tiene esa mayoría, cuando están obligados a gobernar
con la ayuda de otros partidos, lo primero que nos dicen es que es
fundamental obtener el máximo apoyo para aplicar sus políticas;
cuando la tienen otros, todo lo contrario, es decir, que no es bueno
gobernar en solitario. Por eso les insistimos, siempre que el
comentario nos da la oportunidad, como es el caso de hoy, que ellas y
ellos son como niños, que sus peleas parecen formar parte de un gran
teatro en el que los actores muestran estar muy enfadados entre
ellos, pero luego comprobamos que se trata de un guión perfectamente
aprendido y que, en su aplicación y puesta en escena, da la
impresión de caos.
Los
que ahora están que se tiran los trastos a la cabeza, que denuncian
sin parar lo mal que hacen los demás su trabajo, porque no cumplen
sus promesas, porque rompen pactos o porque no tienen ideas ni ganas
de aplicarlas, no tardarán en sentarse en la mesa de negociaciones
para alcanzar pactos que permitan, según ellos, la viabilidad de los
programas de sus respectivos partidos. Por la aplicación ideológica
de éstos, porque está claro que lo de tener poder en política se
vende caro y proporciona todo tipo de beneficios a la organización
política y a nivel personal, hasta nuestra tierra están llegando
desde los puntos más alejados del mapa patrio nuevas caras y nuevas
propuestas. Eso de que desde la misma Cataluña nos pidan un voto en
forma de una limosna por caridad, o que desde las universidades de
los campus madrileños estemos recibiendo permanentemente mensajes
que nos invitan a acabar con los de siempre, cuando menos nos llama
la atención incluso por lo variopinto de su puesta en escena. Desde
luego, mucho mejor lo que vemos estos días que cuando algunos de los
nuestros, sin ir más lejos el mismísimo Niño de Linares, el
Raphael, que años después sería distinguido con la medalla de
Andalucía, se extrañaba de que sus paisanos votasen siempre al PSOE
y nos llamó analfabetos. Luego sería apoyado este comentario por
nada menos que Fernando Sánchez Dragó, que, sin pelos en la lengua
y suponemos que bien arropado por su partido de referencia, nos dijo
que éramos tontos por la misma causa.
Y
quizá sea cierto lo que estos dos ideólogos de primera línea
mundial opinan de nuestras gentes y sus decisiones políticas a la
hora de depositar sus votos, pero estamos convencidos de que existen
otros medios o cauces desde los que llegar a la ciudadanía sin
necesidad de faltarle el respeto. En el caso de estos dos magníficos
representantes de la cultura nacional, o de la mismísima estética,
que todo hay que decirlo, lo que habría que preguntarles son las
razones por las que llegaron a esa conclusión tan categórica. O
quizá todo responda a un mal entendido y les ocurriera lo mismo que
al ya no tan venerable Jordi Pujol, que se arrepentía de haber
afirmado que los andaluces no teníamos capacidad de pensamiento y
que nuestras necesidades se cubrían con poca cosa. Claro que eran
otros tiempos, y cuando se tuvo que tragar sus palabras, fue porque
de por medio estaba el sí o el no de la independencia catalana y
necesitaba todos los votos, incluso los de los charnegos, o sea, los
de los andaluces. Ven ustedes como son como niños…