Muchos
de ustedes ya habrán tenido oportunidad de verlas e incluso alguno
hasta de poner combustible en alguna de ellas. Son las gasolineras
fantasma y se conocen con este sobrenombre porque no hay nadie
atendiendo, solo una máquina receptora de dinero, en metálico y con
tarjeta, que es la que pone en marcha el surtidor que queremos
utilizar para repostar combustible. Por el momento, unas quinientas
están repartidas por todo el territorio nacional y son testigos
directos de que funcionan exclusivamente gracias a que el precio del
combustible es sensiblemente inferior. Precisamente por eso, porque
se han convertido en contrincantes directos de las grandes
petroleras, éstas no solo han puesto en marcha un plan de rechazo
ante la Administración, sino que, por si acaso no son escuchadas sus
quejas, preparan un plan masivo de este tipo de estaciones de
servicio en el que, ni de día ni de noche, encontramos operario
alguno que nos eche una mano en caso de duda.
Concretamente
en Andalucía, desde 2004, aprobó el cambio legislativo que obliga a
estas estaciones a contar con al menos una persona en horario diurno,
lo que permite o asegura que un operario conocedor del sistema puede
echarnos una mano en cualquier momento. Antes lo hizo Navarra y con
más contundencia, ya que desde 1997, que ya se anunciaba que se
implantaría en España, las prohibió sin más. En Castilla-La
Mancha, como en Andalucía, requiere la presencia de un trabajador
durante el día. Aragón, por su parte, desde enero de este año se
unió al grupo de comunidades que prohíben estas estaciones de
servicio desatendidas si no hay un operario controlándolas.
Actualmente son quinientas en toda España y representan solo el
cinco por ciento del total; en Europa, por ejemplo, nos encontramos
con países como Dinamarca, Bélgica y Francia en donde el porcentaje
sube hasta el veinte por ciento. Como decíamos antes, el precio del
combustible las hace destacar del resto, ya que en algunas de ellas
encontramos, tanto la gasolina como el gasóleo, hasta un diez por
ciento más barato. Eso sí, el cliente debe servirse él mismo el
combustible y está obligado a abonar el servicio en el cajero sin
operario que le ayude en caso de duda o la aparición de un problema,
detalle que debemos descartar si tenemos en cuenta que se trata de
productos inflamables y el cliente no ha recibido en ningún caso
enseñanza alguna sobre cómo usar los expendedores. También es
verdad que actualmente son testimoniales las gasolineras en las que
somos atendidos y en ningún caso el precio se reduce.
El
problema lo han sacado a la luz entre los sindicatos, las
asociaciones de consumidores y la propia patronal del sector, que dan
un aviso claro y contundente: de seguir así se perderán nada menos
que sesenta y cinco mil empleos directos, y eso son palabras mayores.
De hecho, si se concreta y permite la apertura de casi dos mil
estaciones de servicio de este tipo que ya han solicitado la
correspondiente licencia, no tardaremos en verlas cerca de nosotros.
Para unos, el Gobierno permite la vulneración del derecho de los
consumidores, entre otras razones, porque el cliente no tiene la
oportunidad de comprobar si la cantidad de combustible que le pone a
su vehículo corresponde a las medidas que controla el Ministerio de
Industria. Finalmente, aunque las grandes petroleras aseguran que no
es su filosofía como empresa, Repsol ya ha dado un paso adelante y
ha abierto quince en solo dos meses. Está claro que el negocio es el
negocio y que las gasolineras de bajo coste o fantasmas tienen mucho
futuro por delante. Otra cosa es que la regulación que debe hacerse
desde el Gobierno satisfaga a todos.