A
solo dos días de la jornada de reflexión y a tres del día D, nos
enfrentamos a una recta final que no puede presumir precisamente de
rectitud si tenemos en cuenta la incontable cantidad de tretas y
manipulaciones que vienen haciéndose mutuamente la práctica
totalidad de las fuerzas políticas enfrentadas en su carrera por la
consecución de la presidencia de la Junta de Andalucía. Era de
esperar, ciertamente, pero no acabamos de acostumbrarnos al hecho de
que, para conseguir un objetivo concreto, tenga que echarse mano de
maniobras sucias y deleznables. Y en el caso que nos ocupa está
claro que con que solo se añada “políticamente” antes de
menosprecios como sinvergüenza, ladrón, falso o corrupto, el orador
queda exento de responsabilidad ante cualquier tribunal de justicia.
Ocurre lo mismo que cuando los medios de comunicación damos noticia
sobre un asunto en el que han cogido al ladrón o al asesino con las
manos en la masa, porque obligatoriamente debemos añadir
“presuntamente” si no queremos vernos envueltos en un proceso
judicial. Por lo tanto, conociendo los entresijos y los límites en
los que pueden desenvolverse dentro de la más estricta legalidad,
las propias leyes les eximen de cualquier tipo de responsabilidad
ante descalificaciones manifiestamente lesivas para el protagonista.
Pero
debemos ir más lejos ante lo que nosotros no acabamos de interpretar
correctamente y de ahí que, ante la duda, nos planteemos compartirlo
con ustedes. El hecho es que, subido al estrado el orador o la
oradora, y conforme se va desarrollando su discurso, cuando mayor
nivel de aproximación se nota entre los asistentes y el que se
desgañita gritando consignas y denuncias, es en el momento en el que
se refiere a su contrincante de forma obscena y menospreciando su
preparación, su capacidad intelectual y su futuro político, eso sí,
siempre añadiéndole “políticamente”, cuando de verdad el mitin
consigue su máximo nivel de aprobación. Ver de cerca cómo los
asistentes se unen a sus descalificaciones y corean los lemas del
partido en cuestión no es precisamente la mejor manera de mostrar
sus verdaderas intenciones de cara al acto electoral a celebrar. Sin
embargo, comprobado está que un mitin sin salidas verbales en contra
del político de turno viene a ser lo mismo que un jardín sin
flores.
Afortunadamente,
las citas electorales suelen tener un tiempo concreto para su
desarrollo y entre nosotros son exactamente quince, a los que debemos
añadir los actos que se convocan paralelamente más o menos
escamoteados como citas que nada tienen que ver con las próximas
elecciones y que vienen a ser el doble. Por supuesto que se trata de
un deseo personal, pero también sabemos que no estamos solos, que
son muchos más los que desean un mejor entendimiento entre unos y
otros, y que detectan los menosprecios absurdos a los que algunos
echan mano para descalificar a su contrario político. Aunque no se
lo crean estos oradores escasos de recursos verbales, el buen gusto
también se tiene en cuenta a la hora de depositar el voto.