Parece
que la decisión es definitiva, que hemos acordado que lo de reducir
la cifra de accidentes de tráfico no está en nuestra agenda y que
ahora más que nunca la idea fija es la de aumentar semanalmente la
aportación que haremos a la de final de año. Nada menos que trece
personas se dejaron la vida a lo largo de la semana pasada y nada nos
hace pensar que exista intención perceptiva de que esta tendencia
vaya a cambiar. Los conductores, por las razones que sean y por
supuesto que sin reunión previa ni consenso posterior, hemos
decidido particular y personalmente que lo de dejarse la vida en
carretera es como si estuviera de moda, como si formara parte de
nosotros mismos y, por tanto, hacemos todo lo posible por ver nuestro
nombre reflejado en los medios de comunicación al día siguiente,
justo cuando ya no podremos verlo.
Así
estás las cosas en la carretera mientras los responsables,
funcionarios y políticos, intentan por todos los medios parar la
tendencia al alza que se detecta desde primeros de año y que por el
momento, insistimos, anuncia todo lo contrario. Es evidente que de
nada sirven las advertencias, las limitaciones, las denuncias, los
controles ni nada que se le parezca. En su momento, cuando Tráfico
decidió publicar la cifra millonaria de la recaudación directa por
sanciones a lo largo del año pasado, el que más y el que menos
estaba convencido de que influiría en las formas, en lo de pisar más
o menos el acelerador, pero todo ha sido un espejismo. De hecho, solo
faltaba el precio del combustible para contribuir al aumento de los
desplazamientos y generar más situaciones de peligro y de
accidentes. Por otra parte, la falta de respeto con la que
mayoritariamente interpretamos las Normas de Tráfico no iban a ser
menos y han acabado siendo la referencia en la práctica totalidad de
las causas de los accidentes controlados.
Lo
que rechazamos de plano es el desmedido interés que muestra la
Dirección General por unir el hecho de que la mayoría de los
vehículos siniestrados hayan cumplido más de diez años y los
accidentes. Y más si al mismo tiempo no aporta el parte técnico que
confirme que éstos han tenido su causa directa en el mal estado de
los frenos, o de la suspensión o de cualquier otra anomalía
mecánica. Además lo ha hecho de manera que la responsabilidad
recaiga sin paliativos sobre el usuario y su vehículo, eludiendo por
tanto su responsabilidad en apartados tan esenciales como son el
estado de la vía o su señalización, que también intervienen
directamente en la inestabilidad de los vehículos. Tampoco debe
obviar el hecho de que sea la propia Dirección General la que emita
los permisos de conducir y que no siempre lo haga a alumnos que hayan
realizado un recorrido adecuado por todas las materias exigidas y sí
atendiendo a un sistema que entendemos debía ser mucho más exigente
con el alumnado y desde luego con conocimientos exhaustivos sobre las
consecuencias que se derivan del uso de un automóvil.
A
partir de ahora, con el verano por delante, que es un tiempo
ampliamente compartido por millones de personas, con fines de semana
que invitan a desplazamientos a zonas o lugares propios para el
descanso, como antes no encontremos entre todos una referencia de
cordura a la que agarrarnos como clavo ardiendo, nos tememos lo peor.
La cifra de la accidentalidad continúa al alza y mucho tendrán que
cambiar las cosas para que ceda en su insistencia y podamos salir a
la carretera con algo de seguridad. Por el momento, vaya por delante
que lo de sancionar porque sí no está dando los resultados que los
técnicos, sociólogos, psicólogos, políticos y demás implicados
en este asunto preveían. Cambiar de técnica no sabemos si será
posible o si acabará mejorando los resultados, pero lo que no admite
duda es que mantener la misma política de entendimiento entre la
Administración y los usuarios no es la mejor decisión.