El
hecho de que coincida el final de nuestra romería con un fin de
semana especialmente corto, por la celebración del primero de mayo,
permite que sea más corta de lo habitual, laboralmente hablando,
claro, porque los días son lo que son y todas las semanas son
iguales, a no ser, como ocurre con esta, que en medio aparezca una
jornada festiva y nos permita descansar un poco más. Sea como sea,
en nuestro particular caso está claro que nos va a venir de perilla
esto de disfrutar de un fin de semana con un viernes de fiesta. Entre
otras cosas, porque tendremos la oportunidad de volvernos a juntar
con los amigos y compañeros de carreta y acabar con las viandas que
nos hayan quedado en los frigoríficos luego de las pantagruélicas
comilonas que hemos hecho en el camino y en el cerro, que para eso ya
están pagadas y ahora quizá hasta sienten mejor. De otra parte,
naturalmente que los diálogos estarán ligados a lo vivido a lo
largo de la semana, especialmente si entramos de lleno en el
desarrollo de la romería, que para desgranarla siempre tenemos
tiempo y ganas.
Será
entonces cuando lleguemos a conclusiones comparativas que servirán
para mejorar nuestros comportamientos, nuestra participación en todo
lo programado y también en detalles propios de las peñas, y que van
desde los alimentos adquiridos hasta el descanso y la importancia que
respetar los horarios que se hayan previsto para ello, porque una de
las quejas más compartidas entre los carreteros es precisamente que
no se puede descansar, no que no se descansa, que esa es otra manera
de ver las cosas, y sí que los cuerpos demandan algo de paz y
sosiego y que es en la práctica imposible. Claro que, como dice el
refrán, sarna con gusto no pica, y está claro que entre este
colectivo los acontecimientos y el disfrute del fin de semana en el
cerro no tiene nada que ver con el resto del mundo. Ellas y ellos ha
vuelto a dar, no obstante, una gran lección a quienes los observan
con preocupación a lo largo del recorrido, en su estancia en Lugar
Nuevo y su posterior caminata hasta los pies del santuario. Y todo
porque han sabido estar entre un maremágnum de variadas
complicaciones, hacer las cosas como prometieron y vivir con una
intensidad difícilmente comparable la romería de nuestra patrona.
Para la organización ha sido relativamente fácil llevar y traer a
las carretas y sus integrantes gracias, sobre todo, a la complicidad
que han conseguido entre ellos a lo largo de los años y que
actualmente les permite salir airosos.
Por
todo esto, este año no queríamos dejar pasar la oportunidad de
agradecerles su participación, el incondicional apoyo que hacen en
todas las decisiones que toma la directiva y muy especialmente el
añadido de alegría, color y pasión que protagonizan a lo largo de
estos días y que proyecta una imagen de la ciudad que entendemos no
ha sido valorada como realmente merece. Sin embargo, hoy son
imprescindibles en una convocatoria mariana de tanta envergadura e
importancia, y estamos perdiendo el tiempo si no atendemos sus
demandas con la urgencia que merecen. Cierto que cada año las
infraestructuras en los alrededores de la basílica-santuario mejoran
en general y también en particular cuando de las carretas se trata,
pero se debe ir más lejos y añadirle imaginación para interpretar
en su justa medida el gran papel que protagonizan estos actores tan
particulares y tan importantes en el contexto romero. Desde nuestra
atalaya diaria, gracias y enhorabuena.