No
sabemos a ustedes, pero a nosotros aún nos quedan demasiado reales y
vivas las vivencias de la gran fiesta que hemos vivido este fin de
semana. Debe ser cosa, seguro, de haber tenido la suerte de estar
cerca de todos, próximos a quienes quisieron compartir con nosotros
estas jornadas y que nos han dado la oportunidad de disfrutar, con
una intensidad desconocida, la importancia que tiene la amistad. Este
año la romería ha sido diferente, ha contenido infinidad de
sentimientos que para algunos han sido de estreno y que para otros
han servido para reafirmarse en sus particulares creencias. También
es cierto que a los pies de la patrona, en el cerro, hemos podido
comprobar que ha aumentado significativamente el número de
peregrinos y romeros, pero no porque a algún político le interese y
se los apropie sin su permiso para anotar en su diario que es un gran
conseguir, sino porque así lo han querido ellas y ellos, porque sus
necesidades de afectividad les han obligado a plantarse a los pies de
la Virgen de la Cabeza para compartir su tiempo mientras les contaban
sus cosas, sus idas y venidas ante las dificultades que la vida les
plantea a diario. Hemos asistido a momentos de silencio
indescriptible, de lágrimas mal disimuladas y de vivas que te
rasgaban el alma, pero también hemos compartido con esa gente
especial que encuentras al paso entre las personas que acuden por
cientos al encuentro anual con la Morenita, las necesidades de sus
almas. Con diferencia, ha sido la romería que más nos ha aportado,
la que más nos ha devuelto a la realidad y la que nos permite hoy
asegurar que no ha sido en balde nuestro pequeño esfuerzo.
Dicho
esto, felicitar y agradecer hasta la última persona que haya puesto
su trabajo a disposición de esta magna celebración y hacerle saber
que no ha pasado desapercibido, que son miles las personas que han
podido disfrutar de su dedicación y que ha servido, además, para
engrandecer la imagen de nuestra ciudad. Estamos convencidos de que,
aparte de haber superado en parte lo de las tasas municipales y de
que se han normalizado, aunque no del todo, las relaciones entre la
ciudadanía y el Ayuntamiento, ha comenzado una nueva etapa de
entendimiento que nos aupará entre las ciudades capaces de
enfrentarse a un reto de tanta importancia y trascendencia social
segura de sus posibilidades. Por supuesto, siempre que seamos capaces
de interpretar el evento como éste merece y teniendo en cuenta que
el verdadero protagonista debe ser el que viene a vivir entre
nosotros nuestra fiesta. Que se asomen los políticos en busca de
votos, porque para eso en unos días tendremos que acudir a las urnas
para elegir alcalde-presidente, es lo de menos. Lo que nos debe
importar es el futuro de una celebración que viene a ser una gran
fiesta mariana que debe estar cada vez más cerca de las gentes que
la han hecho grande y trascendente y más alejada de quienes, usando
del esfuerzo de los demás, buscan rendimiento para sus particulares
intereses.
Por
todo esto nos gustaría tener más posibilidades de las que poseemos
para agradecer profunda y sinceramente el valor de todas y todos
aquellos que nos han ayudado a conseguir una imagen de cristiandad y
fervor desconocidas hasta ahora de nuestra romería. Y que nos sirva
para nuevas citas y sobre todo para convencer a los que vienen con
micrófonos y cámaras, que buscan y rebuscan el vicio y el
desenfreno entre los presentes, y que luego usan para reflejar una
imagen de degradación irreal e interesada que no nos merecemos y
menos aún quien hace posible el milagro: la Virgen de la Cabeza.