Una
vez superada semana santa, mucho antes de que la política nos
reclame de nuevo para acudir a las urnas para elegir a quiénes nos
deberán regir los próximos cuatro años, nos toca disfrutar de la
mayor celebración mariana que se conoce por estos lares. La romería
de la patrona ya ha sido convocada a los cuatro vientos y ahora de lo
que se trata es de esperar que la respuesta esté en consonancia con
el trabajo que se viene desarrollando a lo largo del año para que,
entre otras cosas, supere lo desarrollado en citas anteriores. Los
trabajos que servirán para conjugar estos sencillos deseos han
necesitado de esfuerzos compartidos y mantenidos en el tiempo y que
van desde la mejora de las tareas y obligaciones de la cofradía
matriz hasta su relación con el resto del mundo, entre quienes
encontramos a las cofradías filiales dispersas por todo el
territorio nacional e internacional. Y quizá por eso, porque no
pueden estar tan cerca como quisieran de su amada Morenita, éstas
necesitan de la proximidad que les proporciona el contacto permanente
y directo con quienes sí la disfrutan cuando su alma y su corazón
le reclaman ánimo para continuar. Complejo como pocos, este
entramado mariano, basado en una pasión y un amor a veces
desproporcionado y siempre redentor de almas, ha sido casi
ancestralmente arrinconado, sin el valor que en realidad tiene para
la devoción de María Santísima de la Cabeza. Afortunadamente, el
punto de inflexión que la propia cofradía matiz se impuso hace unos
años ha permitido recuperar no solo el sentido común, sino la
implantación de nuevas formas de acercamiento que demandaba una
devoción tan inmensa como compartida por miles de almas.
La
cofradía matriz tiene por delante retos de gran calado y no menos
trascendencia social, y uno de ellos es precisamente el de hacerse
valer ante sí misma y el resto de implicados en el desarrollo de su
romería, sin duda el reto más importante que tiene ante sí una vez
al año. A veces, muchas veces, lo de desprenderse de obligaciones
intransferibles solo sirve para mostrar una evidente tendencia hacia
la despreocupación cuando no la incapacidad. Por ejemplo, ¿sería
la romería la misma si su desarrollo al completo dependiera de la
cofradía? ¿Acaso sería lo deseable y con lo que de hecho más de
uno estaría de acuerdo? Lo primero que se nos ocurre es que la
pregunta no se la ha hecho jamás ni junta directiva ni hermano mayor
que se tenga como tal; si acaso, algún cofrade rebelde y pocos más.
Además, no se permitiría esta nueva situación por parte de quienes
tanto rendimiento extraen del dinero que es de todos y que solo ellos
invierten, porque pasarían directamente a un segundo y tercer lugar,
sin fotos ni protagonismo alguno, y para no pocos supondría un revés
al que, ya lo adelantamos nosotros, por nada del mundo estarían
dispuestos a renunciar. Sin embargo, de vez en cuando es bueno para
la regeneración de viejos convencimientos que se propongan este tipo
de planteamientos cuando tanto y tan mal se usa políticamente de un
acontecimiento que debía estar cuando más lejos mejor de tantos y
tan variados intereses terrenales.
La
cofradía matriz, luego de haber conseguido acabar con viejas rémoras
que hacían de su vida cofrade un problema en sí misma y dejar en el
camino no pocos enfrentamientos protagonizados por quienes seguían
en el convencimiento de que la cofradía era algo suyo, debía seguir
abundando en la búsqueda de su verdadero papel en la totalidad del
milagro de la Virgen de la Cabeza. Cuando las cosas se hacen dando la
cara, sin dobleces ni más interés que el de magnificar todo lo que
se pueda a lo que tanto se adora, ¿qué importa el esfuerzo?