jueves, 9 de abril de 2015

SOLO POR SI ACASO

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La situación política en España no ceja en su empeño de preocuparnos, de compartir con la ciudadanía lo peor de su ya de por sí estado comatoso, añadiendo una buena dosis de preocupación precisamente con quienes han alcanzado su nivel máximo hace años. La enorme cantidad de casos de corrupción, por ejemplo, repartido a casi partes iguales entre los dos partidos mayoritarios, irrumpen a diario en nuestras azarosas vidas y nos obligan a saber de asuntos escabrosos y vergonzosos que para nada deben ser actitudes a seguir, obligándonos incluso a no compartir los informativos televisivos con los pequeños de la casa, no sea que acaben convenciéndose de que en nuestro país lo de la corruptuela política forma parte de nuestro “adeene” y tampoco es eso. Ahora que de lo que se trata es de renovar los ayuntamientos y las autonomías, las tensiones han aumentado de forma importante y no es posible asistir a un debate público en el que no prime el estado de las cuentas de tal o cual partido o en cuántos casos de corrupción se hayan inmersos estos o aquellos.

El estado de la economía de los ciudadanos, al menos de los más de cuatro millones de parados, parece que no interesa. Es cierto que de vez en cuando se les echa una mirada de reojo y que algún buen samaritano se acuerda de ellos y hace referencia a la urgente necesidad que tienen de que alguien se ocupe de solucionarles los mil y un problemas acumulados a lo largo de los años de crisis. Desahucios, electricidad, agua, impuestos municipales, de Catastros, de hipotecas, de alquileres, de vehículos, seguros, combustible, colegios, salud, comida… Y vivir, que hoy todo se tiene en cuenta, y lo del día a día se ha convertido en un calvario de complejísima solución si nos atenemos estrictamente a lo que les está costando a nuestros políticos poner coto a tanta injusticia. Si desde el año 2008, que fue cuando de verdad comenzó la crisis como tal, con pérdida de empleos por miles y a diario, con cierres de empresas de todos los tamaños y proyectos, con cajas de ahorro que, cuando abrieron puertas y ventanas, resultaron ser un nido de ladrones y sinvergüenzas, con bancos que han necesitado casi sesenta mil millones de euros de dinero público, es decir, de todas y de todos los españoles, para poder seguir abiertos y operando… O sea, que si desde entonces, luego de unas elecciones generales y ocho años transcurridos, no han podido cambiar el rumbo de nuestra economía, la deducción a la que debemos llegar, por elemental e incluso cómoda, es que no están preparados para dirigir el país.


Que alguien se pregunte qué empresa del sector privado sería capaz de soportar tamaña crisis sin haberse visto obligada a echar el cierre antes de que tan mala situación económica no acabase arrasándolo todo. Ninguna, ¿verdad? Pues entonces, ¿quién entiende lo que está pasando delante de nosotros y que por el momento solo se nos haya ocurrido pensar que a lo mejor los recién llegados a la política desde los partidos emergentes son capaces de hallar las soluciones a tanto problema? Quizá el primer paso debía haberse dado en dirección opuesta e implantar sistemas de control del gasto del Estado y las razones que esgrimen políticos y técnicos para invertir en donde desde lejos se ve y se huele un tufillo de corrupción que al final acaba en olor nauseabundo e insoportable que actualmente es el que nos tiene asfixiados. Esto y no haber caído antes en la cuenta de que lo de dejar las manos libres ante el cajón del dinero de todos al primero que llega no es una buena decisión. Por eso ahora, cuando convocadas han sido nuevas elecciones, quizá sería interesante tenerlo en cuenta. No por nada concreto; solo por si acaso.