martes, 26 de mayo de 2015

A ESO VAMOS

Imprimir


El vuelco electoral o castigo que España ha dado al Partido Popular, a decir de comentaristas y columnistas de todo signo, ha respondido a un voto de castigo ampliamente compartido. Es más. Para las generales, que por cierto ya han sido convocadas por el presidente Rajoy, se esperan resultados aún peores. Las razones, aunque las intuimos, ni siquiera somos capaces de exponerlas para evitar influir en alguien y no es nuestra tarea. Si acaso, utilizando a dos mujeres militantes populares con responsabilidad en Madrid y el País Vasco, diremos que uno de los problemas ha sido que el Partido Popular no ha estado cerca de los ciudadanos. Claro que al contrario, es decir, que ha estado demasiado encima de nosotros y lo ha hecho no solo a nivel nacional, sino hasta el último ayuntamiento del país. Al calor de la crisis, de que se nos insiste en que se necesita dinero a manos llenas para tapar agujeros, que todo es poco para el ministro de Hacienda, etc., se nos han venido encima una serie de necesidades económicas nacionales de las que hasta el momento solo ha respondido precisamente el que menos ha hecho para estar como estamos: el ciudadano. Mientras, ya se sabe, cientos, miles de corruptos exentos de los escrúpulos mínimos que las personas portamos como parte de nuestro ADN han estado, y están, robándonos todo lo que han podido. Así, desde los ERES andaluces hasta la familia Pujol, pasando por una Valencia en la que están pringados parece hasta los bedeles de los edificios oficiales, España entera presenta un aspecto desolador. Que todo este fenómeno haya representado un castigo para quien mayoritariamente lo protagoniza, es lo menos que podía pasarles a quienes, además, niegan la mayor ante jueces y vecinos.

Ya más cerca de nosotros, el campanazo ha resonado con fuerza en las sedes que han sido más castigadas por el voto de los ciudadanos, que a partir de ahora deberán recoger redes y carabelas y dedicarse a opositar en los sillones del pleno en los que hasta ahora asumían responsabilidades de gobierno, que se dice pronto, pero que no debeparece nada sencillo para quienes lo han sido todo en la Casa Consistorial y en la propia ciudad. La paciencia juega aquí un papel determinante si la ilusión se centra en volver a conseguir lo perdido; en el caso de que las prisas impongan su ley, el reto está perdido de antemano. Es más, si a lo largo de los períodos en los que unos poseían lo que ansiaban los otros, no se practicaron las buenas maneras con el resto de compañeras y compañeros, lo que podía haber sido un camino de rosas se ha convertido en un calvario en solo una noche electoral, que se dice pronto. La prepotencia, cuando no la chulería o el despotismo con los que algunos han venido desarrollando sus respectivas responsabilidades, les devuelven hoy la incomodidad de manera que sus posibilidades de recuperar lo perdido se han ido por el sumidero de la cocina en la que se cuecen las decisiones políticas.


Todo es importante en este valle de lágrimas, pero desde luego que compartimos opinión con quienes aseguran que existencia tan corta, vida tan complicada, debilidad corporal tan presente, lo mejor es compartir lo poco que se tiene en beneficio de quienes necesitan de nosotros para eludir el miedo a seguir viviendo. Dicho esto, si viene alguien a compartir la idea de que es posible hacerlo mejor y con menos esfuerzo económico, que la imaginación y la alegría deberían presidir la dinámica municipal en todos los escalafones de su “staff” y hacerla llegar al ciudadano envuelta en ilusión por una ciudad mejor, la respuesta, de todas todas, debe ser un sí sin paliativos de ningún tipo. Ahora quizá quede lo peor, es decir, sacar adelante lo que tan maltrecho nos han dejado. Y a eso vamos.