miércoles, 20 de mayo de 2015

A LA CALLE CON LO PUESTO Y A VER QUÉ OCURRE

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Ayer les decíamos a ustedes que los pactos poselectorales acaban siendo fundamentales para la consolidación de un gobierno. Es la mejor fórmula y desde luego la que legalmente permite el desarrollo de los programas de los respectivos partidos políticos aliados para la ocasión. Se nos olvidó decirles o no caímos en la cuenta, y de ahí nuestra aclaración, que con ello no queremos ni de lejos anunciar que el resultado electoral del día 24 exija en nuestra ciudad este tipo de gobierno, es decir, que ninguno obtendrá la mayoría. Andújar ha demostrado, y no solo una vez, que su voto suele ser fiel hasta las últimas consecuencias, y buena prueba de ello han sido los gobiernos del Partido Socialista y del Partido Popular, que lo han sido por muchas legislaturas. También les decíamos que agradeceríamos que se pronunciaran con respecto a si pactarán o no entre ellos y con quiénes lo harían, para de esta forma evitar el malestar y el enfado de quienes votaron con una intención concreta y luego observan cómo con su voto hacen lo que a ellos les viene bien y que casi nunca coincide con el ciudadano elector. Lo quieran o no es una evidente falta de respeto que debe ser tenida en cuenta cuando de pedir el apoyo a la ciudadanía se trate, dejándoles claro que su apoyo lo entregarían éste o aquél, y nunca a ése o ésa, por ejemplo.

Todo esto viene a colación porque la figura del ciudadano dispuesto a abstenerse en estas elecciones ha crecido exagerada y preocupantemente, y hoy representa casi el treinta por ciento del total nacional del censo. Si a este detalle le unimos el otro caso, el de los indecisos, que andan por los mismos números, resulta que es probable que los colegios electorales no consigan el completo en todo el día y lo de las colas de última hora no las veamos en esta ocasión. Por parte de los líderes políticos no cejan en su empeño de convocarnos y animarnos para que dejemos esta actitud y apoyemos sus respectivas candidaturas, convenciéndonos de que los tiempos que vienen serán mejores y que debemos ser mayoría los que aportemos nuestro voto. Pero, claro, si tenemos en cuenta que lo del desencanto del ciudadano es un hecho contrastable, que nos han dado palos a diestro y siniestro a lo largo de dos legislaturas nacionales, que nos han obligado a vivir bajo mínimos, que nos han hecho perder el estado de bienestar que habíamos conseguido no sin esfuerzo, ¿alguien cree que será sencillo convencernos de que ahora sí, de que ahora todo será diferente?


Por eso entendemos que los mítines electorales se desarrollen siempre entre amigos, entre colegas, entre simpatizantes y militantes del partido en cuestión, porque de otra forma ni llenarían las plazas de toros ni los teatros como lo hacen ni conseguirían el escaparate tan excepcional que luego utilizan para apabullar al contrario. Es más, ejemplos de que cuando los candidatos salen a la calle sin máscara, sin más arropamiento que el de cuatro o cinco compañeros de candidatura, casi siempre reciben las críticas de los vecinos, tenemos algunos. Y es que entre preferententistas, desahuciados de sus viviendas, descorazonados por la políticas antisociales en las que viven, millones de personas pasando calamidades de todo tipo, incluida el hambre, con casi dos millones de niños que no pueden hacer las tres comidas del día, con miles de familias en las que todos sus miembros están en el paro y a estas alturas sin prestaciones sociales, etc., etc., ¿alguien puede creer en un futuro mejor? Pues la receta es bien sencilla: escuchen ustedes a la clase política sacando pecho y anunciando la buena nueva de un futuro más solidario, de una riqueza mejor repartida, de la desaparición en casi su totalidad del desempleo y verán cómo les irá mejor. Pruébenlo. Seguro que es una buena terapia.