Ayer
les decíamos
a ustedes que los pactos poselectorales acaban siendo fundamentales
para la consolidación
de un gobierno. Es la mejor fórmula
y desde luego la que legalmente permite el desarrollo de los
programas de los respectivos partidos políticos
aliados para la ocasión.
Se nos olvidó
decirles
o no caímos en la cuenta, y de ahí
nuestra
aclaración,
que con ello no queremos ni de lejos anunciar que el resultado
electoral del día
24 exija en nuestra ciudad este tipo de gobierno, es decir, que
ninguno obtendrá
la
mayoría.
Andújar
ha demostrado, y no solo una vez, que su voto suele ser fiel hasta
las últimas
consecuencias, y buena prueba de ello han sido los gobiernos del
Partido Socialista y del Partido Popular, que lo han sido por muchas
legislaturas. También
les decíamos
que agradeceríamos
que se pronunciaran con respecto a si pactarán
o no entre ellos y con quiénes
lo harían,
para de esta forma evitar el malestar y el enfado de quienes votaron
con una intención
concreta y luego observan cómo
con su voto hacen lo que a ellos les viene bien y que casi nunca
coincide con el ciudadano elector. Lo quieran o no es una evidente
falta de respeto que debe ser tenida en cuenta cuando de pedir el
apoyo a la ciudadanía
se trate, dejándoles claro que su apoyo lo entregarían
éste
o aquél,
y nunca a ése
o ésa,
por ejemplo.
Todo
esto viene a colación
porque la figura del ciudadano dispuesto a abstenerse en estas
elecciones ha crecido exagerada y preocupantemente, y hoy representa
casi el treinta por ciento del total nacional del censo. Si a este
detalle le unimos el otro caso, el de los indecisos, que andan por
los mismos números,
resulta que es probable que los colegios electorales no consigan el
completo en todo el día
y lo de las colas de última
hora no las veamos en esta ocasión.
Por parte de los líderes
políticos
no cejan en su empeño
de convocarnos y animarnos para que dejemos esta actitud y apoyemos
sus respectivas candidaturas, convenciéndonos
de que los tiempos que vienen serán
mejores y que debemos ser mayoría
los que aportemos nuestro voto. Pero, claro, si tenemos en cuenta que
lo del desencanto del ciudadano es un hecho contrastable, que nos han
dado palos a diestro y siniestro a lo largo de dos legislaturas
nacionales, que nos han obligado a vivir bajo mínimos,
que nos han hecho perder el estado de bienestar que habíamos
conseguido no sin esfuerzo, ¿alguien
cree que será
sencillo
convencernos de que ahora sí,
de que ahora todo será
diferente?
Por
eso entendemos que los mítines
electorales se desarrollen siempre entre amigos, entre colegas, entre
simpatizantes y militantes del partido en cuestión,
porque de otra forma ni llenarían
las plazas de toros ni los teatros como lo hacen ni conseguirían
el escaparate tan excepcional que luego utilizan para apabullar al
contrario. Es más,
ejemplos de que cuando los candidatos salen a la calle sin máscara,
sin más
arropamiento que el de cuatro o cinco compañeros
de candidatura, casi siempre reciben las críticas
de los vecinos, tenemos algunos. Y es que entre preferententistas,
desahuciados de sus viviendas, descorazonados por la políticas
antisociales en las que viven, millones de personas pasando
calamidades de todo tipo, incluida el hambre, con casi dos millones
de niños
que no pueden hacer las tres comidas del día,
con miles de familias en las que todos sus miembros están
en el paro y a estas alturas sin prestaciones sociales, etc., etc.,
¿alguien
puede creer en un futuro mejor? Pues la receta es bien sencilla:
escuchen ustedes a la clase política
sacando pecho y anunciando la buena nueva de un futuro más
solidario, de una riqueza mejor repartida, de la desaparición
en casi su totalidad del desempleo y verán
cómo
les irá mejor.
Pruébenlo.
Seguro que es una buena terapia.