Estamos
convencidos de que, en general, los ayuntamientos tienen una opinión
de los vecinos como de gentes manejables, fáciles de convencer y
decididos a apoyar sus decisiones sin exigencias previas. Solo así
entendemos el hecho de que sea al final de la legislatura, luego de
cuatro años esperando el arreglo del acerado de la calle, la fuente
que no funciona, el alumbrado que lleva años sin ejercer su función
o la poda de los árboles que tanto nos molestan, decidan repararlo a
falta de unos meses, cuando no semanas, de la cita electoral. Es lo
que podemos ver en cualquier municipio independientemente del número
de habitantes que tenga censados, confirmando que no se trata de una
corporación municipal torpe y desentendida y sí de una fórmula
aceptada por la totalidad de los gobiernos, que suponemos buscan, no
exentos de desesperación y preocupación por su futuro inmediato, la
continuidad de sus respectivos mandatos. En nuestra ciudad, por
aquello de que nunca hemos sido originales ni mostramos ganas de
cambiar, ahí estamos, en lo mismo que les hemos dicho, es decir,
reparando lo que lleva años empantanado y que o se hacía ahora o su
recuperación no sería posible.
Con
lo que les hemos dicho no queremos anunciar que estemos en desacuerdo
con la totalidad, aunque sí en algunos detalles que creemos
imprescindibles y que, lo quieran o no los responsables, han dado
muestras más que suficientes de falta de capacitación. El
menosprecio, consolidado por los años que viene reclamando atención
municipal, hacia algunas de nuestras calles más necesitadas de
atención y de reasfaltado, lo podemos calificar de clamoroso por lo
calamitoso de su recorrido, los socavones que atrapan y rompen los
vehículos que circulan por ellas y porque nuestra ciudad no se
merece unas vías de comunicación tan inadecuadas para desarrollar
el trabajo que tienen encomendado. Por eso decíamos que si los
ayuntamientos comparten la idea de que las obras más vistosas e
incluso emblemáticas deben realizarse justo cuando el vecindario
sabe que tiene que acudir a las urnas para elegir a sus
representantes en la Casa Consistorial, mal, muy mal han interpretado
el sentir del ciudadano. De hecho, hasta risa producen entre muchos
de ellos, que comparten mayoritariamente la idea de que “elecciones
debía haber todos los años para que podamos vivir mejor equipados y
no que nos dejen tirados a lo largo de los cuatro años de
legislatura “. Y es que duele. Que quede claro que no todos los
vecinos o vecinas aceptan sin más que, a falta de un mes o dos, se
ponga patas arriba su calle para ejecutar la obra que venía
anunciándose desde la cita electoral anterior. Polvo, ruidos,
accesos a las viviendas complicados y peligrosos, cocheras cerradas
hasta su finalización, etc., entre otros importantes inconvenientes
que sí, hay que aceptar que luego todos se benefician de la
renovación, pero desde luego que las formas no son las mejores.
El
pasado viernes a las cero horas se abría definitivamente la veda a
los partidos políticos y respectivos sus líderes para renovar los
ayuntamientos. En Andújar, anotando la ausencia de Podemos, todos
los demás partidos están representados y ninguno duda de que
conseguirá representatividad en el salón de plenos. De cómo
resulte después del día 24 su conformación y representatividad es
algo que está por ver y que, naturalmente, aumenta la tensión entre
los candidatos. Unos, porque aseguran que han hecho lo que han
podido; otros, porque está todo por hacer, y no faltan los que aún
no saben con certeza cuál será su papel después de la jornada
electoral, porque recordemos que a este encuentro acuden los que
conocen su futuro con antelación y se saben abocados a pactar con el
ganador. Y en esta tesitura no están solos, que para eso nuestra
ciudad y sus votantes son especialmente caprichosos. A partir de
ahora, eso sí, atentos a los mensajes que nos lleguen de parte de
todos los implicados. Lo queramos o no, en ellos nos va nuestro
futuro.