De
entrada, lo de la constitución del Parlamento andaluz se está
demorando en el tiempo. Si de verdad son tantas las necesidades que
denuncian los mismos parlamentarios, ¿a cuento de qué tantos
intereses por aceptar? Utilicen el lenguaje que gusten sus señorías,
nosotros, los de a pie, no llegamos a interpretar del todo el tiempo
que se está perdiendo en su constitución y por tanto en el inicio
de los trabajos que tanto demanda y necesita nuestra tierra. Y a todo
esto, ayer se pusieron en marcha en absoluta precariedad las tareas
que suponemos culminarán con el apoyo de la Cámara a la candidatura
de la presidenta accidental, señora Díaz. Es decir, que hoy es
cuando se vota el sí o el no de los partidos políticos
representados en la sala de sesiones, y todo indica que será que no;
pasado mañana volverán a lo mismo, a votar, y tampoco se asegura
por ahora el voto positivo de nadie. Si acaso, la semana próxima se
abstendría Ciudadanos, el partido del catalán Rivera, y será
entonces cuando el Parlamento pueda poner en marcha los trabajos
detenidos que hasta ahora no han podido iniciarse por las razones que
aducimos y que, lo quieran o no, están dañando gravemente las
políticas activas previstas para desarrollarlas en beneficio de la
comunidad.
Pero
está bien. Lo del consenso político en nuestra tierra, como debía
ser en todos los foros en donde se decida el futuro de la ciudadanía,
la totalidad de los programas y decisiones que tomen los gobiernos
deberían contar con la mayoría de los representados, porque esto
significaría que los votantes se ven reflejados en todas ellas. Al
contrario de lo que ocurre cuando se obtiene la mayoría absoluta,
que solo tienen cabida los mandatos de quien gobierna y el resto
queda como simple comparsa, un parlamento conformado por diferentes
partidos políticos y, por tanto, por diferentes concepciones de la
realidad en la que vive la ciudadanía, acaba siendo el más justo de
todos los conocidos. Hasta ahora, Andalucía se ha ido sustentando en
la mayoría socialista y ésta a su vez allí donde le han dado
calor, como ha sido el caso del Partido Andalucista y de Izquierda
Unida en dos ocasiones. Luego, claro, está el asunto de las
traiciones o los descalabros políticos a los que conducen este tipo
de pactos, en los que siempre pierde el que apoya y en ningún caso
el apoyado, entre otras razones porque es el quien realmente hace y
deshace.
Si
tenemos en cuenta que de la crisis que está viviendo nuestra tierra
en el terreno político, con un parlamento sin capacidad de trabajo y
consecuentemente para tomar decisiones, lo menos malo está siendo lo
de no encontrar momentáneamente apoyos para la candidatura de Susana
Díaz, porque lo realmente peligroso sería llegar al plazo máximo
de dos meses y tener que volver a convocar elecciones. Y como este
detalle forma parte de la dinámica política y así expresamente
legislado en los textos legales, esperemos que se imponga el sentido
común, se sepa ceder allí donde sea necesario y que el proceso
constitucional acabe todo lo pronto que se pueda. Por supuesto que
todos los elegidos tienen derecho a presentar sus exigencias y que
éstas sean atendidas por quien lo fue por mayoría, pero también
deben tener en cuenta que no siempre los minoritarios pueden forzar
porque sí un sistema que hasta ahora ha funcionado a la perfección
y que ha servido para la convivencia de los ciudadanos.
A
todo esto, lo queramos o no, lo que está ocurriendo en el Parlamento
andaluz tiene una ligazón directa con lo que devendrá de las
elecciones municipales del día 24, porque a nadie se le escapa que
lo de pactar unos con otros parece que será la tónica general en la
mayoría de ellos precisamente porque muy pocos serán los que
conseguirán holgura suficiente en las votaciones para poder dirigir
sus respectivos municipios sin necesidad de consultar con nadie. Ya
veremos.