Quizá
responda más a una percepción personal que a una realidad
contrastable, pero el asunto es que en el ambiente nada indica que
estemos en tiempo electoral. Cierto que se colocaron los carteles
anunciando a cada partido en los lugares escogidos al efecto, que los
coches que recorren la ciudad con los mensajes enlatados también nos
dan la tabarra, que de vez en cuando asistimos a alguna cita
electoral… pero seguimos sin sentirnos agobiados, que es lo suyo,
lo que compartimos con más interés. Es probable que lo que ocurre
estos días en el Parlamento andaluz nos distraiga de las elecciones
que más nos deberían implicar e interesar, pero incluso aceptando
que pudiera deberse a este anomalía democrática de la que todo
indica que saldremos más reforzados, la realidad es la que es y
desde luego que queda muy lejos de otras convocatorias no tan
alejadas en el tiempo. De hecho, los candidatos y sus respectivos
partidos en estos momentos no las tienen todas consigo y temen que la
abstención sea la verdadera protagonista de estas municipales y
acabe influyendo en su futuro político, que todo puede pasar. Por el
momento, de acuerdo con los datos técnicos que nos llegan a diario
procedentes de diferentes encuestas, los indecisos parece que serán
finalmente los que inclinen la balanza hacia las opciones políticas
que nadie esperaba, o todo lo contrario.
Y si
somos nosotros, que en este asunto nos va poco, cómo lo deben estar
pasando los líderes y los militantes de los partidos que optan a
conseguir mayoría en el pleno. Es evidente que la tensión debe
recorrerles el cuerpo y que la inseguridad no les debe dejar dormir,
pero eso también forma parte del trabajo que han escogido y del que,
dependiendo de cómo les haya ido al día siguiente del recuento de
los votos, obtendrán beneficios de todo tipo, incluidos los
económicos. En cuanto a las encuestas que todos sabemos que existen
y que guardan celosamente sus poseedores, nada que decirles que no
sea lo mismo de siempre: que todo va bien, que faltan los indecisos,
que el trabajo que se ha desarrollado ha sido excelente, etc. Luego,
como en todo, los datos se analizarán hasta el mismo día de las
votaciones y se seguirá haciendo dependiendo del resultado, porque
no será lo mismo obtener los votos que se querían, que todo lo
contrario.
Y
luego está lo de los grandes mítines, esos que hasta nuestra ciudad
traían a grandes figuras de la política regional o nacional y que
hacían las delicias de sus incondicionales. Y luego tenían su
rendimiento en las urnas, que este detalle hay que tenerlo en cuenta
por razones obvias. Es probable que se trate de una estrategia
parecida a la que algunos partidos usan en su cartelería y que está
permitiendo que en algunas localidades ni siquiera aparezca el
candidato ligado al logotipo de su organización política, por demás
extraño. Y es que tal como están las cosas de la corrupción, se
entiende que los prohombres de la política nacional no quieran
apoyar a nadie y evitar así que alguien les diga que lo hacen a una
persona que no se lo merece porque anda inmersa en asuntos turbios.
De hecho, no ha sido la primera vez que así ha ocurrido y luego le
ha sido restregado en la cara siempre que se ha tenido oportunidad.
El
tema es que en la calle parece que existe una palpable apatía
electoral y que los partidos políticos deberían hacer el último
esfuerzo por evitarla. De no ser así, entre la abstención anunciada
por no pocos, la indecisión de otros tantos y la desilusión de la
gran mayoría, ya me dirán ustedes en qué van a terminar las
elecciones del próximo domingo, día 24 de mayo. Como siempre
decimos, será el tiempo el que se encargue de afinarlo todo y de
informarnos de los resultados. Esperaremos.