miércoles, 13 de mayo de 2015

LAS PROMESAS ELECTORALES TIENEN LOS DÍAS CONTADOS

Imprimir

Cuentan los que mantienen la memoria a estrenar que en tiempos electorales es cuando más promesas se escuchan de parte de los candidatos y cuando de verdad se les conoce como en realidad son. Y no están equivocados. De hecho, si echamos mano de algunas de ellas realizadas en el fragor de la lucha mitinera y ante cientos de militantes, comprobamos que no siempre su capacidad de saber estar, de asumir el riesgo que supone prometer lo que es evidente que no será posible, la cumplen como debían y habían previsto. Recordamos ahora que no hace tantos años que, en Jaén, un candidato, puesto a prometer, aseguró que la capital tendría aeropuerto, zoológico y puerto de mar. Y se quedó tan pancho, no sabemos si porque llevaba aguantándose la mentira muchos años o simplemente porque los aplausos de sus correligionarios le aumentaron el ego de forma desproporcionada. Sea como fuere, el hecho es que este buen hombre ganó las elecciones en dos ocasiones, aunque en la segunda no tuvo necesidad de echar mano de utopías del tamaño de la anterior cita y fue su dedicación y esfuerzo lo que los capitalinos premiaron entregándole la ciudad por otro mandato.

Ahora es la alcaldesa de Jerez de la Frontera la que, en plena campaña municipal y coincidiendo con su magnífica feria del caballo, la que se ha pronunciado por lo mismo que su compañero, es decir, ha prometido que Jerez contará con su particular playa en cuanto consiga la alcaldía. Si tenemos en cuenta que la distancia existente con el mar más próximo es de casi veinte kilómetros, sencillo al menos no será lo de implantar playa y chiringuito, porque a ese también hizo alusión y aseguró que no lo echarían de menos. Seguro que habrá contado con técnicos y posibilidades reales de construir algo parecido a una playa y de ahí que se haya atrevido a prometer lo que a todas luces, sobre todo a la oposición, le parece una locura. Nosotros entendemos, con perdón por la licencia, que el hecho de ser alcaldesa de una ciudad tan especial como es Jerez, el solo hecho de poder perderla le habrá alterado de tal forma que se ha atrevido a prometer algo tan complejo como costoso y parece también que inviable. Que conste, no obstante, que a nosotros, en todo caso, nos alegraría que así fuera por razones obvias, por lo que si finalmente sale adelante lo que por el momento es solo un proyecto, mejor que mejor.

Por eso decimos que las promesas electorales tienen los días contados, algo parecido a lo que les ocurre a las mentiras y a quienes las protagonizan. Y que conste que no culpamos a nadie que no sea a la misma ciudadanía, que es quien en todos los casos tiene la ineludible obligación de corresponder al mentiroso como merece, desde dejándole sin apoyo vecinal hasta obligarle a que cumpla lo prometido, tarea nada sencilla por cierto. Cruzarse de brazos o mirar para otro lado, que para el caso viene a ser lo mismo, no conduce nada más que a mantener las mismas estructuras de siempre y a dotar a quien quizá no lo merezca de una patente de corso para finalmente seguir haciendo lo mismo. Y no entramos en situaciones de corte parecido entre nosotros porque nos veríamos obligados a entrar en detalles que aún hoy nos siguen pareciendo espeluznantes en sí mismos y volveríamos a caer en sentimentalismos que nos abocarían a la situación que venimos padeciendo desde hace años y de la que por el momento nadie ha sabido sacarnos. Que nosotros seamos diferentes frente al resto del mundo, que nuestra paciencia como colectivo aún no haya sido satisfecha, que aceptemos sin más lo que hagan por nosotros no solo supone un peligro añadido al ya de por sí mal momento que atravesamos, sino un regalo que, dependiendo de las manos en las que caiga, hará con él lo que más le interese. En cuanto a nosotros, ese es precisamente el problema.