Aunque
parezca que el tiempo se ha detenido después de las elecciones
municipales, la máquina se mantiene funcionando como si no hubiera
ocurrido nada y perfectamente engrasada. Es más, es que de hecho no
ha acontecido detalle que altere el normal funcionamiento de las
instituciones, incluidos los ayuntamientos. El nuestro, a falta de la
toma de posesión del nuevo equipo el próximo sábado, día 13,
onomástica de san Antonio, mantiene su ritmo aunque de por medio se
haya producido la renovación completa del equipo de gobierno y, de
lo que esto pueda suponer con el paso del tiempo, está por ver. Está
claro, por tanto, que la democracia permite que situaciones de gran
calado político se solventen con la mayor naturalidad del mundo, es
decir, como si nada. Como mucho, los funcionarios con responsabilidad
directa de los futuros concejales habrán confeccionado sus
respectivos planes de trabajo y la información que deberán
presentarles sobre el estado de sus áreas. Así las cosas, ¿quién
descansa más, el que se queda o el que se va? Por lo que cuentan los
que pueden, o sea, los que conocen el percal y saben de la calidad
del paño más que nadie, una vez superado el revés que habrá
supuesto la pérdida del poder municipal a los que hasta ahora lo
sustentaban, desde luego que el que lo tiene más fácil es el que se
va. El que se queda tendrá que bailar con la más fea y, parece por
lo que cuentan, que fácil no lo van a tener en ningún momento, ya
que la deuda acumulada a lo largo de estos años por los gobiernos
anteriores frena cualquier intento de recuperar o de implantar los
objetivos de los que, recién tomada posesión, llegan a hacerse
cargo de la Casa Consistorial.
Si
tenemos en cuenta que, en todos los gobiernos municipales a estrenar,
la deuda de los otros es un arma infalible que puede usarse en
cualquier momento, que puede esgrimirse para arruinar el trabajo que
a lo largo de los años se haya ejecutado, que en nuestro caso ha
sido sobada hasta la saciedad y usada como justificación del freno
permanente en el que nos hemos desenvuelto económicamente, o los que
están por estrenar afrontan el descalabro de la deuda que se
encontrarán, y lo hacen con solvencia y no menos imaginación y
ayuda exterior, o la viabilidad del Ayuntamiento será casi
imposible. Es cierto que hemos venido escuchando a lo largo de estos
años todo tipo de felicitaciones que, a sí mismos y sin
ruborizarse, se han ido echando sobre cómo han gestionado el dinero
de todos, pero la realidad es bien distinta y, de hecho, no
tardaremos en conocerla en profundidad y sacar conclusiones
realistas. Naturalmente, si se cumplen los pronósticos de los más
recalcitrantes, que son precisamente los que vienen anunciando que el
estado de nuestras cuentas municipales están en quiebra técnica
desde hace años.
Recuerden
a todo esto que la experiencia tiene una significación muy especial
en situaciones de este tipo, y que lo de caer en el error de valorar
sin conocer la realidad suele traer consecuencias evitables con que
solo se plantearan con algo de benevolencia a la hora de juzgarlas.
Sería interesante que fueran los técnicos en lo de revisar,
confrontar apuntes, contrastar inversiones, controlar gastos y demás
movimientos económicos registrados en el Ayuntamiento, los que
dictaminaran la situación real de unas cuentas que por el momento
deben permanecer intactas y acertadamente invertidas. Todo lo demás
son especulaciones interesadas. Caer en ellas supone representar con
total nitidez el mismo papel que los que se van, que no perdieron ni
un momento en usarlas para denunciar lo que les pareció, sin
limitaciones y mismamente hasta ayer.