martes, 9 de junio de 2015

ENTRE NOSOTROS, TODO LISTO

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Seguimos impresionados, y no menos en desacuerdo, con las formas de cómo algunos partidos políticos están gestionando lo que a todas luces se ha convertido en un problema político de grandes dimensiones especialmente para ellos. El hecho de que los partidos emergentes se hayan definido sobre cuáles son y serán sus intenciones de gobierno y de su participación en otros, estén siendo no solo criticados, sino menospreciados como si se trataran de apestados desconocidos que solo nos traerán consecuencias funestas, nos aproxima a una realidad asfixiante. La consecuencia directa que se deriva de semejantes afirmaciones es un claro malestar mostrado por las personas que han creído en ellos y sus mensajes y les han apoyado, acción que, la miremos como la miremos, responde a un voto en libertad que tiene el mismo valor y la misma validez legal que cualquier otro. No se entiende que los otros, los que obtuvieron el poder en unas elecciones tan libres como las celebradas el pasado 24 de mayo, quieran ahora enfangarlas y llevar a quienes les escuchen, por cierto cada vez menos, miedo a lo que está por venir, como si llegáramos a un puerto de acceso complicado del que saldremos muy malheridos.

De acuerdo con los mensajes envenenados que escuchamos, los pactos a los que están llegando las fuerzas políticas que no coinciden con ellos y sus planteamientos de gobierno, con los recortes conocidos como arma arrojadiza que, como era de esperar, les pasaría factura, responden exclusivamente a intereses personales de sus respectivos líderes y desde luego que no coinciden con ellos. Y todo porque, insisten, se trata de firmar consensos con fuerzas radicales de izquierda, que todavía no hemos alcanzado a interpretar correcta o adecuadamente qué significa el tono y el fondo. Es decir, que, de acuerdo con la opinión de los más viejos del lugar y los habituales a opinar en los medios de comunicación, lo que quieren a toda costa es convencernos de que volveremos a los tiempos más peligrosos de la República. Ahí queda eso.

De cómo interpreta la ciudadanía este tipo de comentarios o avisos de tiempos caóticos, decir que encontramos respuestas de todo tipo es lo menos que se nos ocurre, ya que no de otra forma se asimilan por parte de la ciudadanía, harta que está de falsas promesas, de demasiadas salidas del túnel de la crisis, de tantos brotes verdes que no acaban de echar raíces y de programas electorales sin cumplir. Así las cosas, lo de menos ahora es lo que digan en tono apocalíptico si lo cotejan o comparan con quienes anuncian incluso hasta retirar el saludo a la banca que nos echa a la calle de nuestras viviendas. Cuando tanta ha sido la injusticia, cuando tanto el abuso de poder, cuando tanta pobreza se ha generado alrededor del paisanaje para cedérsela sin condiciones a los de siempre, que nadie se extrañe de las consecuencias. Incluso los protagonistas de un tiempo en el que se han dedicado a quemar conquistas, a cercenar la libertad de expresión y el derecho de manifestación que tanto dolor nos ha costado, a perder cualquier tipo de sueño, a trabajar esclavizados y a cambio de sueldos que nos mantienen en la pobreza, debían asumir que algo no han hecho bien, que lo que ahora ocurre en su organización tiene un origen y que éste en ningún caso les viene de fuera y sí de lo más íntimo de ellos mismos y sus formas de gobierno.

Echar la culpa a los demás, entre otras cosas, no está bien visto y encima es de cobardes.