Seguimos
impresionados, y no menos en desacuerdo, con las formas de cómo
algunos partidos políticos están gestionando lo que a todas luces
se ha convertido en un problema político de grandes dimensiones
especialmente para ellos. El hecho de que los partidos emergentes se
hayan definido sobre cuáles son y serán sus intenciones de gobierno
y de su participación en otros, estén siendo no solo criticados,
sino menospreciados como si se trataran de apestados desconocidos que
solo nos traerán consecuencias funestas, nos aproxima a una realidad
asfixiante. La consecuencia directa que se deriva de semejantes
afirmaciones es un claro malestar mostrado por las personas que han
creído en ellos y sus mensajes y les han apoyado, acción que, la
miremos como la miremos, responde a un voto en libertad que tiene el
mismo valor y la misma validez legal que cualquier otro. No se
entiende que los otros, los que obtuvieron el poder en unas
elecciones tan libres como las celebradas el pasado 24 de mayo,
quieran ahora enfangarlas y llevar a quienes les escuchen, por cierto
cada vez menos, miedo a lo que está por venir, como si llegáramos a
un puerto de acceso complicado del que saldremos muy malheridos.
De
acuerdo con los mensajes envenenados que escuchamos, los pactos a los
que están llegando las fuerzas políticas que no coinciden con ellos
y sus planteamientos de gobierno, con los recortes conocidos como
arma arrojadiza que, como era de esperar, les pasaría factura,
responden exclusivamente a intereses personales de sus respectivos
líderes y desde luego que no coinciden con ellos. Y todo porque,
insisten, se trata de firmar consensos con fuerzas radicales de
izquierda, que todavía no hemos alcanzado a interpretar correcta o
adecuadamente qué significa el tono y el fondo. Es decir, que, de
acuerdo con la opinión de los más viejos del lugar y los habituales
a opinar en los medios de comunicación, lo que quieren a toda costa
es convencernos de que volveremos a los tiempos más peligrosos de la
República. Ahí queda eso.
De
cómo interpreta la ciudadanía este tipo de comentarios o avisos de
tiempos caóticos, decir que encontramos respuestas de todo tipo es
lo menos que se nos ocurre, ya que no de otra forma se asimilan por
parte de la ciudadanía, harta que está de falsas promesas, de
demasiadas salidas del túnel de la crisis, de tantos brotes verdes
que no acaban de echar raíces y de programas electorales sin
cumplir. Así las cosas, lo de menos ahora es lo que digan en tono
apocalíptico si lo cotejan o comparan con quienes anuncian incluso
hasta retirar el saludo a la banca que nos echa a la calle de
nuestras viviendas. Cuando tanta ha sido la injusticia, cuando tanto
el abuso de poder, cuando tanta pobreza se ha generado alrededor del
paisanaje para cedérsela sin condiciones a los de siempre, que nadie
se extrañe de las consecuencias. Incluso los protagonistas de un
tiempo en el que se han dedicado a quemar conquistas, a cercenar la
libertad de expresión y el derecho de manifestación que tanto dolor
nos ha costado, a perder cualquier tipo de sueño, a trabajar
esclavizados y a cambio de sueldos que nos mantienen en la pobreza,
debían asumir que algo no han hecho bien, que lo que ahora ocurre en
su organización tiene un origen y que éste en ningún caso les
viene de fuera y sí de lo más íntimo de ellos mismos y sus formas
de gobierno.
Echar
la culpa a los demás, entre otras cosas, no está bien visto y
encima es de cobardes.