Como
todos sabemos, unos de oídas, otros porque lo han vivido, lo de los
cien días de cortesía que se le conceden a los nuevos gobernantes
en cualquiera de las responsabilidades conocidas, es decir,
nacionales, autonómicos, provinciales y locales, responde a lo que
podemos entender como un regalo envenenado que se les hacen si
tenemos en cuenta que, pasados éstos, sobre ellas y ellos caen todo
tipo de críticas que han estado larvadas a la espera de que pasara
este plazo cedido gratuitamente. Dicho esto, que los recién
llegados, e incluso los que repiten mandato, anden con las prisas
lógicas que demandan los tiempos y, más aún, las promesas que
ellas y ellos mismos han hecho a sus respectivos vecinos, es lo
mínimo que se sirve en la imaginaria cafetería en la que se reúnen
todos en busca de soluciones convincentes para los diferentes
planteamientos o promesas que se han realizado ante las miles de
personas que han acudido a los diferentes mítines convocados con
motivo de las elecciones. Apartado especial para el asunto de los
desahucios, de los que hemos visto dos ejemplos más que
significativos por emblemáticas ser sus protagonistas: uno en
Barcelona, con la nueva alcaldesa, Ada Colau, participando en el
bloqueo protagonizado por algunas personas para evitar que una vecina
fuera expulsada de su vivienda y finalmente conseguido, suponemos que
hasta otro momento; el otro en Madrid, con Manuela Carmena
representando el mismo papel, es decir, evitando el desahucio de unos
vecinos. De ambas sabemos que trabajan contra reloj para conseguir la
participación de las entidades bancarias implicadas en este tipo de
decisiones y también que, aunque no cierran la puerta sin
posibilidad de entreabrirla al menos, eso de llegar y pegar,
denunciar y solucionar el problema, no es tan sencillo. Es más,
según pasan los días la realidad nos muestra la cara más dura de
un asunto de terribles consecuencias y del que parecen que los que
prometieron su erradicación tendrán que ir buscando cauces que
permitan aproximarse a los bancos y cajas de ahorro con algo que
ofrecerles; lo hablado hasta el momento es evidente que no calman las
ansias insaciables de los bancos de recuperar con creces el dinero
invertido.
Entre
que la promesa estrella era parar radicalmente los desahucios y que
ahora, al conocer detalles sobre los programas presentados como
tarjeta de visita entre los ciudadanos y obtener su voto, parecen que
son solo sugerencias, y que será a partir de ahora cuando se pondrán
en marcha de verdad los programas, el panorama político presenta una
serie de contratiempos que no todo el mundo acepta y entiende. Y todo
porque también los políticos más populistas o demagógicos
presentan fisuras importantes o al menos comparables con lo conocido.
Lo estamos viviendo en el asunto de Guillermo Zapata, que no se va
del todo del gobierno municipal de Madrid; o del consejero del
gobierno autonómico también de la capital de España, entre otros,
porque tenemos más. Mientras, ya lo ven ustedes, no faltan los que
quieren aprovechar el tirón del éxito electoral con el que han sido
premiados por los ciudadanos y han decidido recorrer el país en
busca de más apoyos. De lo que obtengan a lo largo de las diferentes
visitas programadas, poco que decir; como mucho, que estamos
convencidos que están abusando de populismo y que es una situación
que puede volverse contra ellos mismos en el momento en el que
alguien se plantee que las necesidades de los españoles no son
precisamente las de andar de mitin en mitin y sí que le solventen
sus problemas. Y son tantos, tan variados y urgentes, que no acabamos
de entender del todo la dedicación que hacen algunos acumulando
kilómetros entre baños de masas mientras se siguen produciendo
desahucios y miles de niños no se nutren correctamente. Con esto
queremos decir que los esfuerzos, tanto físicos como intelectuales,
deberían orientarse en todo momento hacia donde de verdad son
necesarios. Lo demás, brindis al sol.