
Llegamos
al primer viernes después de la vuelta de las vacaciones y lo
afrontamos con la misma base de siempre, es decir, el tráfico, la
circulación rodada, los accidentes, los vehículos y los
profesionales del sector que tanto nos ayudan a evitar accidentes.
Por lo tanto ni siquiera se trata de una declaración de intenciones
al uso y sí de confirmarles que todo va a seguir igual. Si tenemos
en cuenta que la accidentalidad sigue siendo desgraciadamente
actualidad a diario, si sabemos que se mantienen las mismas cifras de
fallecidos que el año pasado y si finalmente conocemos la mayoría
de las causas, de las razones por las que se producen estos
accidentes, tampoco entendemos que se trate, la nuestra, de una
decisión que no podamos justificar. Al contrario, debemos seguir en
la labor por recuperar a aquellas y aquellos conductores que decidan
reaccionar ante cualquiera de nuestros comentarios, asesorándoles si
es necesario y apoyando los cambios que decidan en beneficio de la
defensa de sus vidas.
Paralelamente,
que nadie crea que las cosas del tráfico no van a cambiar, que todo
va a seguir igual, porque se equivoca. La directora general de la
Tráfico lo viene anunciando y al mismo tiempo avisando de que no
cejará hasta conseguir, por ejemplo, como primera medida, bajar la
velocidad máxima de 100 kilómetros por hora en las carreteras
secundarias a 90. Y está poniendo todo su empeño en convencer a los
diputados que tendrán que votar este cambio, que llevará aparejados
otros descensos de velocidad en estas mismas carreteras, porque en
nuestro caso no tenemos casi ninguna que permita una velocidad de 100
kilómetros por hora y sí mayoritariamente de 80, y la idea es la de
rebajar este límite al menos diez kilómetros. Eso y lo de los
tacógrafos en las furgonetas, a las que por el momento se les ha
limitado la velocidad a 90 kilómetros incluso en las autovías y que
por el momento escapan de estos controles porque Tráfico está
instalando los radares fijos equipados con discriminadores. También
está prevista una revisión a fondo del papel de las estaciones de
inspección técnica de vehículos, a las que conocemos como las
ITV`s, y que no acaban de suponer el remedio que se buscaba para
tanto vehículo con una edad superior a los diez años.
Naturalmente,
como andamos con la lupa puesta en busca de diferencias de
tratamiento, a nadie se le escapa que lo de la recuperación de las
carreteras, que están en un estado deplorable y peligroso, sobre
asunto de tanta importancia no leemos ni escuchamos nada. Es más, no
hace tanto que se reparó o parcheó parte de la A-44, la
Bailén-Motril, y ha resultado un desastre. Esa es la opinión
mayoritaria de quienes lo han comprobado sobre la marcha y que, por
su experiencia, están en condiciones de valorar lo que han
calificado como vergüenza. Peor lo tienen quienes usan la A-4, la
Madrid-Cádiz, ya que tienen que vérselas, a lo largo de muchos
kilómetros, especialmente en nuestra provincia, con un firme repleto
de socavones e irregular como pocos que por supuesto influye
peligrosamente en la circulación. De hecho, si hiciéramos el
recuento de las señales ubicadas a lo largo del recorrido desde
Santa Elena a Villa del Río, veríamos que las de color amarillo, o
sea, las que nos avisan del mal estado del firme, casi superan a las
otras.
Desde
luego, si nuestros gobernantes creen que para los usuarios es cosa de
escasa importancia el mal estado de las vías de comunicación,
muestran una supina interpretación de la realidad. Y en eso estamos,
en intentar convencerlos de lo contrario.