Conociendo
a la sociedad en la que estamos integrados, sinceramente nos extraña
que entre nosotros hasta ahora, al menos que nosotros sepamos, nadie
haya levantado la voz, o en silencio, porque el detalle nos da igual,
reclamando atención y ayuda para los sirios que andan buscando
refugio allí donde se lo ofrezcan y que les permita encontrar la paz
que tanto ansían y necesitan para seguir en la causa de un futuro
mejor para los suyos y ellos mismos. Vaya por delante que lo más
probable es que ya se estén haciendo algo más que gestiones para
extender la mano a estas personas y encontrarles un hogar en el que
poder vivir con seguridad y comodidad. Por el momento, España entera
ha mostrado su interés por ayudar a los refugiados que huyen por
millones de tierras sirias en busca de libertad y seguridad para sus
vidas y que, debido a la intransigencia y la insolidaridad de países
como Hungría, que les ponen todo tipo de cortapisas para que no
crucen sus fronteras camino de Austria y Alemania, les está
suponiendo un calvario añadido. La actitud de países del tipo
húngaro, que debemos tener en cuenta antes de enjuiciar que se trata
de la decisión de su gobierno, de ideología de extrema derecha, y
no de la mayoría de su ciudadanía, que sí que les ayuda y les
tiende su mano cuando piden auxilio, lo que ha conseguido ha sido
hacer picadillo su imagen exterior y su idea de la solidaridad de
país que forma parte de la Unión Europea. De hecho, debía ser la
Comunidad la que se planteara seriamente la posibilidad de expulsar a
este país de la organización si lo que quiere es mantener, por
ejemplo, el acuerdo de Schengen, pacto por el cual varios países de
Europa han suprimido los controles en sus fronteras interiores y han
trasladado estos controles a las fronteras exteriores. Especialmente
entre nosotros no han sido pocos los que se han quedado con la boca
abierta ante semejante espectáculo aduciendo que, desde siempre, a
los húngaros invariablemente los veíamos acompañados de una
escalera, una cabra y un trompetista, y nos obligaban a escuchar sus
conciertos y ver las evoluciones del animal sobre la escalera en
plena calle para luego pasar la gorra en busca de los óbolos de los
espectadores. De hecho, cuando estos personajes aparecían en
nuestras calles, no faltaban los vecinos o vecinas que aseguraban que
venían malos tiempos.
Dicho
esto, que haya sido precisamente un país exportador de parias e
indigentes el que más reacio se haya mostrado a la hora de permitir
que los refugiados sirios crucen sus fronteras, porque de ninguna
manera querían quedarse allí y sí dirigirse especial y
mayoritariamente a Alemania, la verdad es que ha sido una
desagradable situación. Además, debemos añadirle la circunstancia
de la cámara de televisión que decidió recibir a los refugiados a
patadas y con zancadillas, terrible ejemplo de unos momentos
realmente espeluznantes. Pero bueno, empezamos el comentario de hoy
reclamando información sobre los movimientos ciudadanos o
institucionales que se estén realizando a favor de una Andújar
solidaria y receptiva, y ya ven que nos hemos ido por otros
derroteros. Ojalá en pocos días podamos volver con el mismo tema y
entonces sí que apoyados en hechos concretos que nos den pie a
reclamar la ayuda de quienes estén dispuestos a tender su mano
cuando de situación tan terrible se trata.
Por
supuesto, nada de dudas. Sabemos lo que queremos y también de lo que
somos capaces. Apoyarse en gentes como las de Andújar para situación
tan angustiosa como la que viven los refugiados sirios es asegurarse
el éxito. Así las cosas, ¡Andújar, atención, porque no
tardaremos en volver a pediros ayuda! ¡Atención!