Las
consecuencias inmediatas que se desprenden de la ya definitivamente
lanzada campaña de las elecciones del próximo 20 de diciembre, son
muchas y significativas. Por ejemplo, comprobamos cómo los que no
tienen claro su futuro o su continuidad en el partido por el que
llegaron a ocupar cargos de importancia, comienzan a moverse en busca
de seguridad en cualquier otro que se la ofrezca; dará lo mismo que
los idearios políticos de ambos no se parezcan en nada, pero eso de
asegurarse un puesto de trabajo de la misma o incluso inferior
categoría tiene hoy una trascendencia laboral innegable. Debemos
tener en cuenta no solo el sueldo que se embolsa legítimamente todos
los meses, que ya de por sí es fundamental, sino el estatus social
del que disfruta a lo largo de la legislatura, y más si lo hace
formando parte de un grupo político con posibilidades reales de
aumentar su apoyo social y alcanzar relevancia ministerial. Dicho
esto, conviene no perder de vista lo noticiable que nos llega
procedente del mundo de la política, porque si les hemos planteado
la dimisión de la señora Lozano, exparlamentaria de UPyD, y su
incorporación, nada menos que en el puesto número cuatro de la
candidatura por Madrid que encabezará el actual secretario general
del PSOE, Pedro Sánchez, tampoco podemos obviar la tangana que se ha
formado en el seno de este partido por esta decisión.
Tampoco
Izquierda Unida, Podemos, Partido Popular y algún que otro
nacionalista puede presumir de tener asegurado su grupo ante una cita
de tanta importancia como son las elecciones generales. Y todo, digan
lo que digan, por lo mismo que les hemos dicho: por asegurarse un
puesto de salida que les permita la continuidad o bien la
incorporación a los puestos que les proporcionarán un sillón en el
Senado o en el Congreso, que es donde de verdad se puede decir que se
ha alcanzado la meta deseada; porque es donde de verdad se consigue
una buena nómina, donde se come y se bebe por costo muy inferior al
de la calle, porque se dispone de despacho, porque te pagan dietas
que puedes ahorrarte si cuidas el detalle, porque hasta puedes
conseguir un coche oficial para ti con conductor y todo, porque
viajará gratis… Hasta llegar a esa plataforma de salida, ansiada
por una mayoría silenciosa que medra con cautela y persigue su meta
con esfuerzo, lo de entregarse a las peticiones o exigencias del
partido, todo es uno. La máxima es que te conozcan en la calle, que
seas un aceptable orador y poseas una contrastada capacidad para
mentir sin que se te mueva un músculo de la cara; lo demás vendrá
por añadidura. Una vez situado entre la clase dirigente, que es
donde de verdad se cuecen las decisiones a tomar y los puestos de
privilegio desde los que acceder a posiciones aún más prestigiosas,
unirte como delfín a los consolidados líderes puede suponer
alcanzar tu sueño más ansiado. Los populares, como en el caso de
los socialistas, son los que más ruido están haciendo llegar a la
calle. La dimisión de la hasta ese momento presidenta del partido en
el País Vasco o la dimisión irrevocable, al menos hasta que Mariano
Rajoy esté al frente del Partido Popular, de una congresista por
Madrid, que justifica su decisión en la falta de horizonte que tiene
su organización política, están sacando a la calle demasiados
trapos sucios como para no valoramos como merecen.
Las
formas las conocemos, los objetivos solo lo saben ellas y ellos y a
nosotros solo nos queda llegar a conclusiones realistas. Quizá sea
excesivamente práctico o exagerado, pero a nosotros nos parece que
entre ellas y ellos se dicen aquello de “¡Vamos, que vienen las
elecciones y hay que vivir de los tontos”. ¿Será verdad?