viernes, 16 de octubre de 2015

DEMASIADOS INOCENTES FALLECIDOS

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Bien, pues ya hemos visto de lo que somos capaces en cuanto tenemos la oportunidad de salirnos de lo habitual: quince fallecidos a lo largo del puente del Pilar, un total sangrante, absurdo e innecesario. Sangrante, porque quince inocentes se han dejado la vida en la carretera a cambio de unos días o unas horas de asueto; absurdo, porque en la totalidad de ellos comprobamos que se pudieron evitar, que no era necesaria la velocidad que llevaba el vehículo y menos el adelantamiento que les costó la vida, y, por último, innecesario, porque la carretera es lo que es, tiene sus limitaciones y no hacía falta probar nuestras posibilidades ni de las de nuestro coche justo cuando la familia al completo viaja de vacaciones. Luego de millones de horas y de kilómetros a nuestras espaldas, aún seguimos sin comprender la actitud de algunos de nosotros cuando nos sentamos al volante de nuestro automóvil, que más bien parece que lo hacemos ante un tanque antibombas dotado de todos los artilugios necesarios que nos permiten entrar en conflicto en el momento menos esperado, aunque siempre coincidiendo con la maniobra de otro usuario, ya sea un aparcamiento, una intermitencia, un adelantamiento o vaya usted saber. El asunto es que algunos de nosotros solo necesitamos una absurda justificación para montar en cólera, insultarlo, amenazarlo y, si se bajara de su vehículo, ya veríamos lo que podía pasar.

Naturalmente, conducir bajo esa presión, bajo estrés tan asfixiante, comprenderán ustedes que no es bueno para la salud en general y en particular para la conducción por la alteración nerviosa con la que decidimos cambiar de velocidad, frenar, acelerar o detenernos. Lo queramos o no, la conducción necesita una actitud más controladora porque son muchos los parámetros a los que debe atender el usuario si no quiere verse envuelto en un desencuentro con el resto de automovilistas, especialmente si se trata de la ciudad, en donde los problemas se acumulan por las razones de todos conocidas: peatones cruzando por cualquier lado, ausencia total del uso de las intermitencias en todas las maniobras, velocidad inadecuada y casi siempre excesiva, aunque tampoco faltan los que circulan con una lentitud insoportable, vías muy mal señalizadas y recorridos absurdos por innecesarios… Es decir, que a los conductores no nos faltan quejas que exponer, y todas justificadas, y tampoco reglas que cumplir para evitar que determinadas actitudes dañen o limiten a los demás, ya sean peatones o usuarios de vehículos.


Lo que no entendemos por mucho que intenten explicárnoslo es el tema accidentes y, sobre todo, sus causas. Por ejemplo, ¿cómo es posible que a estas alturas, cuando tanto trabajo se ha desarrollado a favor del cinturón de seguridad, de sus ventajas e inconvenientes, de la importancia que tiene en caso de accidente, que cinco de los quince fallecidos este largo fin de semana viajara sin él abrochado? ¿Para qué demandan los motoristas más equipamiento de seguridad en las carreteras si luego una gran mayoría hace caso omiso de una máxima que debía ser sagrada, como es la velocidad? ¿Qué hace un conductor, independientemente del vehículo que controle, porque tampoco faltan en esta denuncia ciclistas o moteros, usando su teléfono móvil y no solo para coger llamadas o hacerlas, sino para usar los mensajes y los “washapps”? Estos peligrosos defectos, que han ido ganando adeptos por la sencilla razón de que no son controlados y denunciados por la autoridad competente, hoy son la causa de la mayoría de los accidentes de los que tenemos noticia y por supuesto del pasado puente. ¿Que quién puede poner remedio? Solo nosotros y también las sanciones económicas, que dependiendo de la cantidad que te caiga por transgredir la ley, recapacitarás o todo lo contrario. Mientras, ya se sabe, a esperar a que se imponga el sentido común.