jueves, 15 de octubre de 2015

OTRA VEZ EL CAMINO VIEJO

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Sinceramente, sentimos no estar de acuerdo, sí con el fondo, porque se trata del pésimo estado en que ha quedado el camino viejo desde que se inició el mes de octubre, pero no con las formas, ya que lo de unificar criterios no tiene nada que ver con generalizar, que no otra cosa se ha hecho cuando los que se han expresado públicamente han responsabilizado a la totalidad de las personas que recorren el camino hacia el santuario. Por injusto, porque no se ajusta a la realidad y porque hacemos daño a quienes no han caído en el habitual error de creer que todo el monte es orégano y se han dedicado a machacar los pasos abiertos en la sierra desde hace siglos con todo tipo de deshechos. Por lo tanto, antes de entrar en materia conviene que dejemos claro que no es bueno lo de regar sin más el jardín, de repartir agua a diestro y siniestro sin caer en la cuenta de que es posible que algún rincón no la necesite y acabemos dañándolo, que no otra cosa ha ocurrido cuando hemos calificado de guarros a la totalidad y no a los que de verdad han sido los protagonistas de semejante falta de respeto y escasez de amor por lo que es de todos.

Que se ha dañado el camino viejo y sus aledaños, de acuerdo; que se ha actuado con saña en un punto de nuestra sierra que, por emblemático, transitado y espectacular, merece otro tipo de peregrinos, también. Así las cosas, se ha vuelto a confirmar que no todos estamos preparados para visitar lugares que demandan sensibilidad y cariño, dedicación y afectividad, y muy especialmente amor por la naturaleza, que es algo que desde siempre nos ha quedado muy lejos, es cierto, pero que últimamente intuimos que se comparte por más romeros y peregrinos. Y dará igual, que es otro de los puntos calientes que hemos visto en la mayor parte de las críticas que hemos leído, que se trate de quienes van en mulo, a caballo, andando o en bicicleta o cualquier otro tipo de transporte, porque es un problema de educación, de civismo, de interpretación general de dónde estamos y cuál es nuestro destino. Si la razón, o sea, lo que de verdad nos lleva de excursión, es postrarnos a los pies de la patrona, a qué mostrar en público lo peor de nosotros, es decir, sin control y deshaciéndonos de todo lo que no necesitamos según vamos consumiendo por el camino. Quizá se deberían recoger velas antes de volver a repetir el mismo capítulo, y que las diferentes peñas, cofradías y asociaciones que decidan organizar esta clase de encuentros en el santuario exigieran a todos los inscritos y a sí mismos un comportamiento ejemplar al menos hasta que se haya cumplido con el objetivo propuesto. Luego, una vez de rodillas ante la Morenita, el rezo sereno y respetuoso, y cumplidas las normas impuestas, lo que decidan para la celebración propia luego del esfuerzo será bien recibido por todos.


No buscamos apoyos a nuestras opiniones y menos culpables de los males que padece sistemáticamente el camino viejo y en general la sierra, pero sí apoyo para conseguir que una gran mayoría participe activamente en denunciar los despropósitos de unos cuantos, que, aunque escasos, meten demasiado ruido y generan ingente basura allá por donde van. Solo nosotros, con nuestro ejemplo, podemos cambiar las cosas en algo tan importante como es que el único punto de unión existente entre el santuario y la ciudad que se hace andando, que cuenta además con siglos de historia, esté siendo usado de forma tan dañina. Un colectivo como la Asociación Medioambiental de Pescadores Sierra de Andújar podía ser un ejemplo a seguir, ya que una de sus dedicaciones altruistas y regulares es la de recoger la basura que encuentran en la sierra y depositarla en contenedores. Un dato: el camino de Santiago, más extenso, más histórico, más transitado y, sin embargo, está señalizado porque de otra forma no sería visible y nos perderíamos. El nuestro, quizá por aquello de ser originales, con solo seguir la basura que lo recorre es suficiente. Que se podía evitar, por supuesto; que se quiera es harina de otro costal.