Sinceramente,
sentimos no estar de acuerdo, sí con el fondo, porque se trata del
pésimo estado en que ha quedado el camino viejo desde que se inició
el mes de octubre, pero no con las formas, ya que lo de unificar
criterios no tiene nada que ver con generalizar, que no otra cosa se
ha hecho cuando los que se han expresado públicamente han
responsabilizado a la totalidad de las personas que recorren el
camino hacia el santuario. Por injusto, porque no se ajusta a la
realidad y porque hacemos daño a quienes no han caído en el
habitual error de creer que todo el monte es orégano y se han
dedicado a machacar los pasos abiertos en la sierra desde hace siglos
con todo tipo de deshechos. Por lo tanto, antes de entrar en materia
conviene que dejemos claro que no es bueno lo de regar sin más el
jardín, de repartir agua a diestro y siniestro sin caer en la cuenta
de que es posible que algún rincón no la necesite y acabemos
dañándolo, que no otra cosa ha ocurrido cuando hemos calificado de
guarros a la totalidad y no a los que de verdad han sido los
protagonistas de semejante falta de respeto y escasez de amor por lo
que es de todos.
Que
se ha dañado el camino viejo y sus aledaños, de acuerdo; que se ha
actuado con saña en un punto de nuestra sierra que, por emblemático,
transitado y espectacular, merece otro tipo de peregrinos, también.
Así las cosas, se ha vuelto a confirmar que no todos estamos
preparados para visitar lugares que demandan sensibilidad y cariño,
dedicación y afectividad, y muy especialmente amor por la
naturaleza, que es algo que desde siempre nos ha quedado muy lejos,
es cierto, pero que últimamente intuimos que se comparte por más
romeros y peregrinos. Y dará igual, que es otro de los puntos
calientes que hemos visto en la mayor parte de las críticas que
hemos leído, que se trate de quienes van en mulo, a caballo, andando
o en bicicleta o cualquier otro tipo de transporte, porque es un
problema de educación, de civismo, de interpretación general de
dónde estamos y cuál es nuestro destino. Si la razón, o sea, lo
que de verdad nos lleva de excursión, es postrarnos a los pies de la
patrona, a qué mostrar en público lo peor de nosotros, es decir,
sin control y deshaciéndonos de todo lo que no necesitamos según
vamos consumiendo por el camino. Quizá se deberían recoger velas
antes de volver a repetir el mismo capítulo, y que las diferentes
peñas, cofradías y asociaciones que decidan organizar esta clase de
encuentros en el santuario exigieran a todos los inscritos y a sí
mismos un comportamiento ejemplar al menos hasta que se haya cumplido
con el objetivo propuesto. Luego, una vez de rodillas ante la
Morenita, el rezo sereno y respetuoso, y cumplidas las normas
impuestas, lo que decidan para la celebración propia luego del
esfuerzo será bien recibido por todos.
No
buscamos apoyos a nuestras opiniones y menos culpables de los males
que padece sistemáticamente el camino viejo y en general la sierra,
pero sí apoyo para conseguir que una gran mayoría participe
activamente en denunciar los despropósitos de unos cuantos, que,
aunque escasos, meten demasiado ruido y generan ingente basura allá
por donde van. Solo nosotros, con nuestro ejemplo, podemos cambiar
las cosas en algo tan importante como es que el único punto de unión
existente entre el santuario y la ciudad que se hace andando, que
cuenta además con siglos de historia, esté siendo usado de forma
tan dañina. Un colectivo como la Asociación Medioambiental de
Pescadores Sierra de Andújar podía ser un ejemplo a seguir, ya que
una de sus dedicaciones altruistas y regulares es la de recoger la
basura que encuentran en la sierra y depositarla en contenedores. Un
dato: el camino de Santiago, más extenso, más histórico, más
transitado y, sin embargo, está señalizado porque de otra forma no
sería visible y nos perderíamos. El nuestro, quizá por aquello de
ser originales, con solo seguir la basura que lo recorre es
suficiente. Que se podía evitar, por supuesto; que se quiera es
harina de otro costal.