martes, 20 de octubre de 2015

LA HEPATITIS C DETRAS LAS REJAS

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Como medio de comunicación con una gran capacidad de convocatoria entre la ciudadanía en general, nos congratulamos de que también se nos acepte y se nos quiera entre la población carcelaria de las prisiones que tenemos próximas. Quizá esta sea la causa de que algunos de los presos nos hayan elegido para hacer llegar su causa al resto del mundo. Con un lema tan demoledor como el que comparten con quienes quieran escucharle, “No tenemos derecho a la libertad, pero sí a la salud”, las personas infectadas por la hepatitis C claman atención para su enfermedad y más aún la medicación específica que les facilite la recuperación plena de su salud. Por el momento, poco más de trescientos reclusos reciben actualmente el producto médico idóneo para que vuelvan a la normalidad en poco tiempo, cifra escasa por demás si sabemos que el número de infectados por este virus es muy superior. Por otra parte, la realidad de estos pacientes pasa inevitablemente por su situación carcelaria, ya que está demostrado que en prisión reciben menos cuidados médicos y, como hemos dicho, solo unos cuantos de ellos son medicados con el fármaco adecuado.

Los que nos han elegido para que difundamos su mensaje o petición de socorro cuentan y no paran sobre el escaso interés que encuentran entre algunos funcionarios de prisiones, especialmente los que desarrollan su trabajo en las enfermerías, incluso cuando han sido diagnosticados como portadores de hepatitis C, lo que exigiría un seguimiento personalizado, entre otras razones para evitar la propagación de la dolencia entre el resto de reclusos, que es lo que de hecho aseguran está ocurriendo. Ellos entienden que lo que actualmente se percibe en las prisiones tiene absoluta relación con la desgana que el Gobierno muestra con respecto a la salud en general, que en el caso de ellos se agrava por ser quienes son y la nula atención que reciben del resto de la población. Sin embargo, insisten con rigor sobre lo que para ellos se ha convertido en una frase que, expresada en el instante y en el lugar adecuado, acaba convenciendo a quienes la leen o escuchan. Y es que, efectivamente, el hecho de que hayan sido privados de libertad y se encuentren recluidos en cualquiera de las prisiones repartidas por el territorio nacional, de ninguna de las maneras pueden aceptar que les limiten o les priven de la medicación adecuada que les permita recuperar la salud de forma inmediata. Como está ocurriendo en muchos casos controlados por ellos mismos, no son solo unos cuantos presos los que, una vez recuperada su libertad, su primera decisión es acudir a sus habituales centros de salud u hospitales en busca de remedio para lo que en prisión no le han ofrecido.

Nuestro interés, por lo tanto, no es otro que hacer llegar a quienes nos leen o escuchen una realidad por sí misma dolorosa que mantiene a una importante cantidad de población reclusa española en situación de peligro de muerte. Los infectados de hepatitis C en prisión asumen con preocupación su futuro una vez que la realidad en la que viven su día a día no cuenta cuando de mejorar su salud se trata. Naturalmente, la tensión crece permanentemente en el interior de estos centros penitenciarios y los enfrentamientos con la hepatitis C como argumento son habituales. Entender a estas personas en su legítima reclamación de tratamientos para su dolencia es lo menos que podemos aportar, y lo hacemos convencidos de que todo lo que sea denunciar una anomalía de tanta trascendencia para la población reclusa española será positiva. Recuerden: no tienen derecho a la libertad porque la han perdido, pero sí a la salud.