Cáritas
acaba de hacer pública su memoria anual y, como titular demoledor,
asegura que hoy un sueldo no ofrece suficiente protección contra la
pobreza y la exclusión. Y apoya esta afirmación en el hecho de que
el cincuenta y tres por ciento de las personas que acuden a la
organización en busca de ayuda viven en hogares en los que algún
miembro de la familia está trabajando. Por lo tanto, se trabaja, se
disfruta de un empleo, pero la remuneración es tan escasa, que no
les permite vivir exclusivamente de él, confirmando que una gran
mayoría de los empleos actuales, de los que por cierto se vanagloria
eufórico el Gobierno, mantienen el nivel de pobreza. De hecho, hace
unos años, tener trabajo suponía una garantía de inserción social
y desde luego, según Cáritas, eran muy pocos los que acudían a
ellos pidiéndoles ayuda. Hoy no, hoy hay familias controladas que
incluso con trabajo no podrían vivir sin la ayuda de las
organizaciones dedicadas a este menester social.
Y,
en contra de las opiniones de muchos de nuestros políticos y otros
agentes sociales, no siempre son los más desfavorecidos los que
tienen que buscar la ayuda de organizaciones caritativas, sino que
familias que no se encuentran por debajo del umbral de la pobreza y
viven en barrios en buenas condiciones,
se
ven forzadas por las dificultades
a pedir la ayuda que les ofrecen, porque ya no pueden más. Si
sabemos que la familia
ha sido el primer sostén
en el impacto de la
crisis, sobre la que ha recaído la práctica totalidad del
empobrecimiento de sus familiares más directos, el hecho de que cada
vez están más debilitadas por las dificultades del acceso a un
puesto de trabajo, dificulta enormemente su dinámica diaria. Pero
como todo no van a malas noticias, Cáritas nos cuenta que en la
estabilización en el número de las personas que atiende en España
ha encontrado un dato positivo y éste no es otro que se mantiene el
mismo número que el año pasado, exactamente dos millones ciento
sesenta y nueve mil personas. No obstante, padecen más intensamente
la pobreza si la comparamos con otros ejercicios, circunstancia que
se debe precisamente a la estabilidad
que ha adquirido su
nivel de pobreza. Por ejemplo, el setenta
y dos por ciento
de los parados a los que
se presta asistencia Cáritas lleva más de un año sin trabajo.
El
informe, finalmente, destaca la tendencia existente de que la pobreza
vaya pasando
de padres a hijos
como algo que se ha
normalizado peligrosamente. La clase de familias a las que Cáritas
presta sus servicios son mayoritariamente parejas con hijos, un
cincuenta y tres por ciento, y casi del veinte por ciento
son mujeres con hijos a
su cargo. Es decir, que en estas familias la pobreza adquiere
categoría de permanente, y los hijos de padres pobres tienen todas
las papeletas de seguir siéndolo. Mientras, y lo vemos a diario, los
mensajes que nos llegan procedentes de la clase política,
especialmente desde el Gobierno, nada tienen que ver con esta cruda
realidad. Desde la afirmación de que la crisis ya no vive entre
nosotros hasta que la creación de empleo de calidad es un hecho,
pasando por querer convencernos de que somos la locomotora de Europa,
que somos el país que más crece y el que más empleo está creando,
todo lo que quieren hacernos llegar es que somos un ejemplo de buena
política y mejor gestión laboral. Bueno, pues todavía existe gente
que se lo cree. Quizás los que ni han vivido estos malos años ni
tienen previsto hacerlo.