viernes, 23 de octubre de 2015

LA ACCIDENTALIDAD, CAUSA COMÚN

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De acuerdo con los datos sobre accidentalidad acumulados en lo que va de año, todo indica que lo finalizaremos con unos números superiores a los del año pasado, con lo que perderemos la línea descendente de accidentes de tráfico que hasta ahora habíamos conseguido entre todos reducir ejercicio a ejercicio. Justo este fin de semana se contabilizan doce personas fallecidas más que hasta la misma fecha del año pasado, números que, si no fuera porque por disfrutar y compartir tenemos jornadas de asueto como el Día de Todos los Santos, Constitución e Inmaculada, Navidad, Fin de Año y Reyes, sinceramente observamos el horizonte no sin razonada preocupación. Y más si sabemos cómo se las gastan algunos conduciendo su vehículo y las consecuencias que se derivan de sus comportamientos. Las razones que esgrimen los que están en contra de estos evidentes abusos las basan en que nuestra red vial, como conjunto, es decir, por la escasa calidad del asfaltado y la pésima señalización que la equipa, no está en condiciones técnicas para una conducción agresiva, que es la causa directa de la mayoría de los accidentes. Por otra parte, el hecho contrastado de que entre las once de la noche y las cuatro de la mañana la mayoría de los conductores que fueron sometidos a controles de drogas y alcohol dieron positivo, nos abre una realidad que le añade una carga de peligro real con el que debemos contar si de verdad lo que perseguimos es reducir, si no erradicar, la accidentalidad y sus consecuencias.

Cuando tenemos oportunidad de compartir el tema de la accidentalidad con otros conductores, las conclusiones a las que llegamos en ningún caso es que sus opiniones nos aclaren lo que luego vemos en la carretera, ya que podemos asegurar que una cosa es lo que nos cuentan y otra claramente diferente es cómo conducen sus vehículos, que no tiene nada que ver a lo que aseguran. Y esa es la realidad del tráfico y no solo en nuestro país, y la más compartida entre los usuarios: a la cabeza, los que sobrepasan la velocidad que nos marcan las señales independientemente de la carretera que sea y se trate de una autovía o el cruce de una población; detrás, los que no caen en la cuenta de que drogarse o consumir alcohol en cantidades superiores a las impuestas por las normas es cosa de torpes, de conductores menores o de personas de escasa o nula personalidad; finalmente, no faltan los conductores que van por libre, que lo mismo consumen alcohol que otro día sobrepasan la velocidad máxima o todo lo contrario, es decir, que circulan a velocidad anormalmente reducida. A la cola, los usuarios con escasa capacidad técnica para conducir, que no son pocos y que casi siempre los encontramos formando parte del accidente.

Todos formamos parte de un número millonario de usuarios que en cualquier momento ponen en marcha un vehículo y salen con él a la ciudad o la carretera. Y dará igual que se trate de uno industrial o de un turismo de uso privado, porque lo que nos debe importar es que esa persona sea capaz de asumir su papel en algo tan fundamental como es respetar los derechos del resto de conductores. Solo así, dándole la importancia que en realidad tiene el otro, el que va delante o detrás o a nuestro lado, muchos de los accidentes serían eliminados inmediatamente. Lo que perseguimos con el comentario de este fin de semana es que practiquemos la conducción con una dosis adecuada de educación. Sepan que si lo consiguiéramos, si entre todos nos uniéramos en campaña tan especial, otra bien distinta sería la actualidad del tráfico. Y tan difícil no parece.