El
que la ciudad y su patrimonio general se involucre de vez en cuando
en asuntos de trascendencia social y económica, como ocurrió el
pasado fin de semana con nuestra presencia en Tierra Adentro y la
organización y desarrollo de la fiesta comercial por excelencia que
se celebra anualmente en nuestras calles, no debía perderse de vista
porque, entre otras enseñazas, nos ha mostrado en público como una
ciudad emprendedora, capaz, suficiente en la mayoría de sus
decisiones y con una gran capacidad de inventiva para marcar
diferencias. Dicho esto con la cautela que conviene y convencidos de
que los tiempos no están precisamente para desperdiciar sinergias
tan rentables como pueden ser estas, no estaría de más que alguien
se dedicara a tiempo completo a recoger esfuerzos e ideas y
depositarlos en el salón de los tesoros, no sea que las perdamos en
cualquier momento y tengamos que abonarlas aparte y, encima, a gente
que nada tiene que ver con nosotros y nuestro futuro, que lo único
que saben hacer es estandarizar sus realizaciones y dedicaciones y
llevarlas y traerlas allá donde se las paguen bien. Evitaríamos así
el que nuestros proyectos fueran unos más, sin la personalidad que
conviene y sin las características más peculiares de nuestra
idiosincrasia, que para eso las tenemos y que deberían hacernos
sentir orgullosos.
Por
supuesto que no seríamos los primeros en el esfuerzo que reclama
este tipo de políticas creativas y organizativas, pero sí
conseguiríamos la diferencia en lo acabado, la excelencia en el
desarrollo y algo fundamental en los tiempos que corren: la
originalidad, que viene a ser algo así como lo exquisito e
irrepetible. Andújar Flamenca, que en su edición de la próxima
primavera camina con paso firme y decidido a la caza y captura de los
mejores calificativos, fue presentada en Tierra Adentro la tarde del
pasado viernes y la organización no solo aprovechó el instante del
espectáculo como debía y exigía el escenario, y las personalidades
que lo apoyaban, sino que supo presentar el evento cargado de calidad
estética por sus cuatro costados, mostrando una Andújar renovadora
en conceptos tan diferentes como el amor por lo bien hecho y unas
diseñadoras de tronío capaces de aupar a los altares el vestido de
faralaes o de gitana. Dicho esto, ¿seríamos capaces de
desaprovechar tiempos tan esperanzadores? Por ahora, sobre unos
cuantos soñadores recae todo el esfuerzo, la tensión, el miedo a lo
que pueda pasar cuando de tanto movimiento de personas y de
conocimientos se trata, pero lo han conseguido, y les podemos
asegurar que con creces.
Por
todo esto nos alegramos del trabajo que se ha ejecutado en el escaso
tiempo del que ha dispuesto la organización para reunirse con la
Diputación provincial y sus máximos representantes, y más aún de
lo que han obtenido como promesa de participación del ente
provincial en un evento de proporciones descomunales que hemos aupado
entre todos y que entre todos debemos mantener. Andújar Flamenca no
es solo un encuentro anual con la moda flamenca; ni siquiera la
reunión de los mejores diseñadores y diseñadoras de una moda tan
diferente como especial. Por encima de todo es la confirmación de
nuestra capacidad para enfrentarnos a otros retos, de huir de lo de
siempre y de plantarle cara a convocatorias de la importancia social
y cultural de Andújar Flamenca. Naturalmente, teniendo en cuenta los
niveles de popularidad que ha conseguido, su implantación en el
escaparate de lo flamenco y su capacidad de convocatoria, que nadie
menosprecie a los que vemos llegar sigilosos en busca de algo de
protagonismo. Ni son pocos y, además, saben muy bien lo que hacen y
lo que quieren.