Hoy,
como seguro saben, se conmemora en todo el mundo el Día de la
Violencia contra las Mujeres, que tiene o se presenta en infinidad de
formas, desde la física y sexual, hasta la psicológica y la
económica. Estos tipos de violencia están interrelacionados entre
sí y afectan a las mujeres desde su nacimiento y hasta su mayoría
de edad. Algunos, como sería el tráfico de mujeres, incluso cruzan
las fronteras nacionales y las mafias dedicadas a este negocio se
encargan de reubicarlas en países que no conocen y en condiciones
muy parecidas a la esclavitud. También se sabe que las que son
violentadas sufren infinidad de problemas de salud al tiempo que
disminuye su capacidad para participar en la vida pública, de
relacionarse con los demás. Y afecta a familias y comunidades de
todas las generaciones y refuerza otros tipos de violencia
prevalecientes en la sociedad. Por supuesto, agota a las mujeres, a
sus familias, comunidades y naciones, ya que no se limita a una
cultura, región o país específico, ni a grupos particulares de
mujeres en la sociedad. Las raíces de la violencia contra la mujer
yacen en la discriminación persistente en su contra. De hecho, hasta
el setenta por ciento de ellas experimenta violencia en algún
instante de su vida, siendo la más común la inflingida por su
pareja, incluyendo mujeres golpeadas, u obligadas a mantener
relaciones sexuales, o abusadas de alguna otra manera. Un estudio de
la Organización Mundial de la Salud en once países determinó que
el porcentaje de mujeres que han sido sujetas a violencia sexual por
su pareja habitual varía del seis por ciento en Japón hasta el
cincuenta y nueve por ciento en Etiopía. Por otro lado, diversas
encuestas mundiales sugieren que la mitad de todas las mujeres que
mueren de homicidio son asesinadas por su esposo o pareja actual o
anterior, que es a lo que últimamente estamos asistiendo en nuestro
país.
Entre
nosotros, por el momento mantenemos los mismos vicios y defectos de
siempre, es decir, que se ha avanzado muchísimo en todo lo
relacionado con los malos tratos y las muertes de mujeres, pero que
se mantienen las mismas cifras de años anteriores. Y eso que
disponemos de una ley específica, de cuerpos de seguridad del Estado
dicen que dotados y suficientemente preparados para realizar su
trabajo con absoluta eficacia, y nos lo creemos porque conocemos sus
dedicaciones y esfuerzos, pero no se ha conseguido, por ejemplo, la
implicación social y familiar, y especialmente la de la propia mujer
violentada, que sigue perdida en la vorágine burocrática en la que
administrativamente está encerrada su causa. De hecho, porcentajes
controlados por el Consejo General del Poder Judicial nos ponen sobre
la mesa una realidad agobiante; entre otros datos, que no baja el
número de denuncias diarias por violencia de género, que la quiebra
de la denuncia antes de llegar al juzgado, es decir, las mujeres que
se arrepienten y deciden retirarla, aumenta preocupantemente o que
los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas actuales o
anteriores, sobre todo en el momento en el que éstas deciden unirse
a otra persona, se parecen mucho año tras año.
Por
ahora, en España, si tenemos en cuenta que el número de mujeres
asesinadas es de cincuenta y cinco, si nadie lo remedia o la cordura
no se impone entre estos potenciales asesinos, los datos nos avisan
de que a lo largo de este año, del que aún queda más de un mes,
superará con creces los datos del pasado, que recuerden llegaron a
ser cincuenta y una. En 2007 fueron setenta y una; en el 2008,
ochenta y cuatro; 2009, sesenta y ocho; 2010, ochenta y cinco; 2011,
sesenta y siete; 2012, cincuenta y siete; 2013, cincuenta y siete, y
en el 2014, cincuenta y nueve mujeres asesinadas. O sea, que en solo
ocho años, quinientas sesenta y ocho mujeres fueron asesinadas. Las
causas, los asesinos y las circunstancias las conocemos más que de
sobra; solo necesitamos más apoyo institucional, más dedicación
política y más inversión en efectividad.