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Lo de
las elecciones generales sigue adelante entre trompicones. Y los
tenemos de todos los tamaños, estilos y colores. A los habituales
entre partidos, con los enfrentamientos propios que irán en aumento
en forma y en tamaño conforme se vaya acercando la fecha del 20 de
diciembre, debemos unir el asunto de Cataluña y no menos el giro que
está tomando la guerra que protagoniza Europa y el Estado Islámico
del que les hablábamos ayer en este mismo espacio. Por el momento,
hay que decirlo en honor a la verdad, ninguno de ellos se ha
aprovechado del mal momento que pasa el mundo por este maldito
enfrentamiento, exceptuando a Podemos, que anda siempre
contracorriente, no sabemos si por originalidad, convicción o porque
aplica aquello de que a río revuelto, ganancia de pescadores. Pero
así es, se mantiene la unión entre ellos y por el momento al menos
coinciden en sus declaraciones, planteamientos de sus respectivos
partidos y en las decisiones que toman.
No
obstante, como una situación tan compleja y complicada como esta
exige una coordinación extrema para evitar, entre otros detalles, lo
de ahondar aún más en la herida ya de por sí terrible, comprobamos
que el mundo entero parece decidido a tomar posiciones ante un
momento de tanta trascendencia como el que protagonizan los islamitas
radicales causantes, entre otros, de los atentados ocurridos en París
en enero de este año y el del fin de semana pasado. Sin embargo, por
el momento, los que más se juegan en este envite somos Inglaterra,
Francia y nosotros, por ser poseedores de los mayores tesoros
musulmanes fuera de sus tierras. Y aquí reside el núcleo de un
asunto de trascendencia vital, y más si conocemos lo que está
ocurriendo en nuestro suelo y lo que espera el Gobierno que pueda
ocurrir, como sería el caso de un atentado terrorista de las mismas
o parecidas dimensiones del de París el pasado sábado.
Lo
que sí conocemos es la capacidad asesina de los integrantes de esta
formación radical. Y también su poderío en número de personas
que lo conforman, su capacidad armamentística y el ansia
incontrolada que muestran por hacer daño, por acabar con los
infieles, como ellos mismos proclaman. Este grupo estableció un
califato, que es una forma de Estado dirigido por un líder político
y religioso de acuerdo con la ley islámica o sharia,
que controla un territorio entre los Estados de Siria e Irak y que
pretende recibir el apoyo total del mundo musulmán. Aunque sólo
tiene presencia en estos dos países, sus líderes prometieron
romper las fronteras del Líbano y Jordania con el fin de liberar a
Palestina. Estados Unidos cree que el Estado Islámico tiene
alrededor de 15.000 milicianos activos. Sin embargo, otras
apreciaciones aumentan este número entre los treinta y cincuenta mil
combatientes, de los que una buena parte está por convicción y otra
por los que ingresaron por coerción de los líderes de sus
respectivos grupos. Por otra parte, un considerable número de
combatientes no son ni iraquíes ni sirios, y entre los cuales no
faltan los europeos. Una agencia especializada en investigación y
seguridad en Medio Oriente estima que al menos 12.000 extranjeros
integran las filas del ejército de EI, incluyendo unos 2.500
provenientes de los países de Occidente que han viajado a Siria e
Irak en los últimos tres años.