Analizando
por encima el resultado de las elecciones de ayer, a nadie se le
ocurre deducir que ha surgido la sorpresa con la suma, la resta y la
división que han protagonizado algunos partidos. Para empezar,
porque finalmente el bipartidismo ha desaparecido de nuestro panorama
político, lo que no nos permite deducir si será malo o bueno,
aunque lo que sí sabemos es que este sistema es el que nos ha
dirigido hasta ayer mismo y no conocemos lo que surgirá de los
obligados pactos a los que están abocados los diferentes partidos en
liza. Dicho esto, nos queda armarnos de paciencia y estar dispuestos
a escuchar lo que nos cuenten desde los medios de comunicación, que
seguirán siendo protagonistas necesarios en esta nueva historia que
acaba de comenzar. De hecho, serán los propios partidos políticos,
especialmente el PSOE y el PP, los que deberán adaptarse a lo que
sin duda será un nuevo horizonte político para ellos y mucho antes
que para el resto de españoles, ya que, para empezar, ya es seguro
que deberán pactar si quieren gobernar. Invertidos millones de euros
de todos los españoles, ya del propio Estado, ya de los partidos
políticos, ahora habría que analizar para qué ha servido tanto
dinero si no para encontrarle empleo a unos cuantos. Es más, estamos
convencidos de que si se hubiera utilizado en ayudar a tanta gente
necesitada de lo mínimo para ir tirando, otra sería su navidad.
No
faltarán, ante esta apreciación, quienes nos tachen de demagogos, y
no andarán descaminados. Sin embargo, llevamos tanto tiempo
esperando la salida de la crisis, tanto tiempo acumulando miserias y
desgracias familiares, tanta mentira firmada por los mismos que nos
han pedido el voto, que una cana al aire no le viene mal a nadie, y
más si se trata de reclamar justicia para quienes tanto la
necesitan. Por el momento, luego de grandes discursos, arengas y
exigencias descaradas sobre que su voto es para mí, la realidad es
que millones de personas están comiendo desde hace años gracias al
resto de españoles, que somos los que los apoyamos y los que les
proporcionamos algo de alimento para que se nutran lo mejor posible.
Ellas y ellos, los partidos políticos, sus líderes, no han sido
capaces de ir más allá de las pomposas declaraciones de intenciones
habituales en mítines y ante los micrófonos y las cámaras. Luego,
en la práctica, ya se sabe: a seguir pasando hambre y a joderse.
De
todas formas, que nadie piense que nos cerramos en banda y que
estamos convencidos de nuestra mala suerte para siempre jamás; al
contrario, esperamos que no tarden mucho tiempo en ponerse de acuerdo
los partidos políticos que se crean lo del mandato del pueblo y
firmen los pactos necesarios desde los que cambiar el rumbo del país
teniendo como referencia ineludible el futuro de los más
necesitados, los que llevan años sin empleo y sin ayudas, los que
acaban quitándose la vida por esta causa y de lo que, por cierto, en
escasas ocasiones se nos proporciona la noticia. Una vez comprobada
la escasa memoria que en general tenemos los españoles, convencidos
de que esta es la calidad de la mayoría de nuestros políticos, la
verdad es que confianza la justa y esperanza menos. No obstante, la
vida sigue y dependerá sobremanera de quién sea finalmente quien se
haga cargo del mandato de los españoles para sacarnos del atolladero
en el que nos encontramos. Es hasta posible que a partir de ahora no
estemos obligados a escuchar de su boca que la crisis ha acabado, que
el paro ha descendido no sabemos cuántos millones de veces o que el
empleo que se crea es indefinido. Miren, de ser sí, en algo habremos
mejorado. Algo es algo.