Otra
vez fin de semana y otra vez con el mismo argumento que compartir con
quienes, como ustedes, tienen la amabilidad de leernos o de
escucharnos. Efectivamente, reducir la accidentalidad sigue siendo
nuestro objetivo y sobre él incidiremos también hoy, y todo porque
seguimos recorriendo las fiestas que más trasiego de vehículos
genera a lo largo del año, es decir, que si el pasado puente de la
Inmaculada y la Constitución ha facturado nada menos que veintinueve
fallecidos, y conociendo que aún queda la nochebuena, fin de año y
reyes, deducir que el peligro se mantiene y que, de acuerdo con la
evolución de la estadística en lo que va de año, lo que se ve
venir no son precisamente buenas noticias, qué quieren que les
digamos… Pues que debemos ir más lejos en nuestra percepción de
la circulación en la que estamos inmersos en el viaje, que nunca
como en estos días debemos poner en práctica los descansos y
activar el resto de obligaciones que parece abandonamos en cuanto
ponemos en marcha el motor de nuestro coche.
Por
otro lado, que en situaciones tan peligrosas como las de estos días
nos entreguemos especialmente a estrategias diferentes de las
habituales, en cuanto a participar activamente del tráfico, tampoco
creemos que exija de nosotros, los conductores, un mayor esfuerzo; si
acaso, todo lo contrario, porque lo que pedimos es un relajamiento de
nuestras costumbres velocísticas, de distancias sin detenciones
realmente absurdas, sometiendo a nuestros acompañantes a una
cansancio extra… En cuanto a la valoración de conocimientos sobre
cómo conducimos, que solemos hacernos a nosotros mismos sobre todo
cuando estamos en compañía, es evidente que desproporcionamos el
mensaje y que luego, en la práctica, tampoco es para tanto. El lujo
habitual entre conductores sobre cuánto suelen invertir en recorrer
las distancias entre ciudades, que normalmente es realmente
exageradísimo, además de ser una de las mentiras habituales al uso,
solo sirve para menospreciar al compañero.
Actualmente,
con los vehículos tan bien preparados como los que disfrutamos, con
las carreteras en general en muy mal estado, con la cantidad
preocupante de controles de velocidad fijos y móviles con los que
nos encontramos al paso, con la cantidad de automóviles que circulan
al mismo tiempo que nosotros y el precio de los combustibles, los
valores del buen conductor han cambiado radicalmente. Ahora no se
tiene tanto en cuenta la velocidad que obtengamos como conseguir unos
consumos ajustados, sacarle más rendimiento a los neumáticos,
alargar su vida útil sin necesidad de invertir en averías costosas
y que, en la cuenta final del año, presentemos datos positivos y
claramente mejores que los del resto. Sin ir más lejos, el tema de
las denuncias por exceso de velocidad, en donde nos encontramos
siempre a los mismos, es decir, a quienes han aprendido a presionar
el acelerador y poco más. Luego, cuando son sorprendidos, y lo son
en muchas ocasiones, solo se les ocurre afirmar que los agentes de
Tráfico están exclusivamente para recaudar. Efectivamente, una
forma más de hacer el ridículo.